Angustias
caminó en dirección a la cafetería con nombre de marca de coches o de acción
bienintencionada: Mercedes; presentaba el local, a esa hora de la mañana, un
paisaje humano recién despierto, con el gesto del sueño, apenas abandonado, visible en la caída repetida de párpado o en el bostezo, intercalados en el desayuno o en la charla.
Angustias
se fijó en las sillas y mesas situadas
en la acera del establecimiento y decidió que era el lugar adecuado para
desplegar, su portátil y el maletín con folios que contenían múltiple
información a la espera de su embarque hacia el dispositivo digital. Restaba
una hora para el inicio de su jornada laboral y había salido de casa porque
necesitaba un espacio anónimo al aire libre donde concentrarse en una tarea que
le resultaba gratificante por lo que deseaba disfrutarla con tranquilidad.
Angustias
se disponía a tomar posesión del lugar cuando un señor maduro, con bigote bien
perfilado se le acercó para tomar nota del pedido. Ya fuera por la prestancia
de la figura femenina, accesorios incluidos, ya fuera por el tono de voz
empleado, el caso es que ante un interrogante-“¿Las sillas y mesas pertenecen a
la cafetería?”- emitido por Angustias,
el hombre se ausentó momentáneamente y de regreso le mostró un archivo con
papeles que justificaban la legalidad de la propiedad.
Angustias
aclaró, sonriente, la situación con el dueño de mirada alerta; pero tardó en
dejar de reír pues años atrás ella había trabajado para Hacienda y uno de sus
cometidos era precisamente el de verificar el orden burocrático de negocios
hosteleros. El señor, cuya mirada se tornó aliviada, compartió carcajada y tras
anotar el pedido de la mujer ejecutiva desapareció dejándola en su pequeño
paraíso.
Angustias
inició su ordenador y mientras el sistema operativo recuperaba el archivo
deseado, se decía que, a menudo, cada
vivencia pasada aflora cuando el escenario presente es semejante sin que se dé
una predisposición consciente; opinaba que las personas tendemos a reconocer
aquel modus vivendi que nos resulta familiar, sea saludable o no, y por tanto a
responder de manera automatizada; esa
respuesta inmediata, esa pericia en el saber hacer, casi involuntario, explica,
en cierta medida, la dificultad para elegir otros caminos, otros roles, otros
papeles a interpretar a menos que cambiemos el guión; parece que los años fijan
rutas conocidas que a veces se reviven como postales o fotos de otro tiempo, ahora
tan lejano en la memoria que parece que
pertenecieran a otra existencia.
Angustias
se preguntó desde cuántos ángulos, la vida, la paciencia y el tiempo le
brindarían las mas diversas posibilidades de actuación mientras saboreaba una
refrescante naranjada que una figura campechana y de andar atlético acababa de
depositar en su mesa. Buena semana.