Angustias salió de la tienda cuyo
cartel anunciador garantizaba la venta directa de frutas frescas. Llevaba en
una bolsa un melón, kiwis, naranjas, plátanos, manzanas y peras, alimentos que formaban una parte importante de su dieta.
Apenas anduvo tres pasos cuando casi tropieza con un señor mayor, erguido,
sonriente, pelo cano y vestido con traje color salmón. El hombre, aparecido de
la nada, desplegó una sonrisa amplia dentro de una dentadura postiza de dientes
perfectamente alineados; a continuación soltó a la cara de Angustias “Jesucristo la quiere con un amor eterno.”
Angustias sintió como si una garza parlante la
envolviera trasladándola a un mundo tan inquietante como el que dibujara Lewis
Carol para Alicia. Con la perplejidad pintada en el rostro musitó un “gracias,
caballero, bastante que me alegro” que quedó flotando en el aire pues el
hombre-cigüeña había volado calle arriba; tal vez en busca de otro destinatario
de tal extraño mensaje.
Angustias recuperó su andar
sosegado mientras su pensamiento se entretuvo en buscar las motivaciones que
habrían llevado a aquel ser excéntrico a erigirse en Hermes del cristianismo
con una estética draqueeniana. Pensaba Angustias que cada cual otorga sentido a
sus horas como quiere y puede o viceversa (no tenía claro qué verbo ocupaba el
primer puesto); también cavilaba que probablemente el interfecto nunca llegaría
a conocer la imagen con la que quedó asociado su gesto en su memoria y que, probablemente,
no le importaría lo mas mínimo. En estas estaba cuando recordó a Miguel Hernández
en sus versos
¿Para qué quiero la luz
si tropiezo con las tinieblas?
Y así, se dijo que la verdad se
dice de múltiples maneras y escoge vestuario variopinto. Como invento humano
que es, dependerá de la subjetividad, de la narración que hagan los demás y de
la propia interpretación y mutatis mutandis ,de la subjetividad surge la
objetividad.
Decidió que emplearía sus energía
inmediata en ardilar la manera mas apetitosa de preparar, los manjares que se
acomodaban en las bolsas de la compra; lo haría ex toto corde (de todo corazón), pues para
ella, ese órgano, era el que producía el
latido mas genuino, la claridad que
vence a las nieblas siniestras, la verdad que no necesita de ropajes. Buena
semana.