Angustias saboreaba un trozo de
aguacate con una pizca de sal mientras su hermana Leticia tomaba una tostada
con aceite de oliva y tomate. Desayunaban juntas y Leticia comentaba que en la
analítica rutinaria que se hacía cada año, el colesterol se había salido del
redil; por esta razón había hecho acopio de lentejas, almendras, nueces, peras
y té (rojo y negro) además de aguacates, tomates y aceite de oliva que tenían
en ese momento en la mesa. Según se había informado eran los alimentos que
contribuían a reducir el colesterol poco ético y Leticia, se dispuso a darles
cobijo en su morada, alojándoles en la cocina.
Angustias se sentía cómoda en
casa de su hermana .Era un espacio acogedor, luminoso y las flores ocupaban
gran parte de un amplio balcón siempre engalanado. Compartir la primera comida
del día era un ritual mensual. Ambas disfrutaban de esa hora en la que hacían
una puesta a punto de lo que vivían.
Angustias cortó un aguacate cuyo
tacto se le antojó excesivamente blando a pesar de que lucía una piel dura. Al
abrir la fruta observó que estaba podrida. Solo esperaba que no se hubieran
contagiado de la putrefacción el resto de sus compañeros que reposaban en una
coqueta cesta de mimbre anaranjada. Mostró la carne flácida y marrón a Leticia
quien, práctica como era, pensó en colocar el alimento inservible en un recodo
del balcón donde solían posarse pájaros cantarines.-Si no vale para una cosa,
servirá para otra- se dijo la mujer alegremente.
Angustias se maravillaba del
sentido común de su hermana que le llevaba a contemplar la corriente de la vida
con la pericia necesaria tanto para bañarse con sosiego, cuando el mar estaba echado, como para visualizar, desde puerto seguro, el mar de fondo cuando había revoltura.
Angustias se quedó pensando en
los verbos utilizados por Leticia en su solución ecológica ante la
descomposición no deseada: VALER y SERVIR. Le resultó fácil establecer la
conexión con el libro que últimamente acompañaba el parpadeo de sus pestañas, El
Contrato Social de Jean Jacques
Rousseau Se acordó del capítulo dedicado a la democracia donde el autor suizo
del siglo XVIII afirmaba “Nada es tan
peligroso como la influencia de los intereses privados en los negocios
públicos. Pues hasta el abuso de las leyes por parte del gobierno es menos
nocivo que la corrupción del legislador, consecuencia fatal de intereses
particulares, pues estando el Estado alterado en su sustancia, toda reforma resulta
imposible.”
Angustias repasando la actualidad
política de su país deseó que el uso de aquellos verbos fuera acompañado de la
preposición adecuada que favoreciera el bien común, esto es valer y servir a lo público y no del triste y egoísta
reflexivo valerse para servirse de lo público.
Angustias se preguntaba qué se
podría hacer con los corruptos en la gestión política; se interrogaba si era
posible prevenir la espuria apariencia que escondiera una moral muelle; si
habría un espacio útil para la sociedad en el que tales cachanchanes dieran con
sus huesos; y por último cómo era posible sacar provecho colectivo de todo este
hedor inmoral.
Angustias tuvo mucho cuidado a la
hora de elegir otro aguacate; sabía que siempre estaba la posibilidad de
desayunar nueces, almendras, peras e incluso las denostadas lentejas; era cuestión de optar por lo sano; era cuestión de elección. Buena semana.