domingo, 26 de enero de 2014

LA CLAVE QUE RESUELVE EL ENIGMA DE LA VIDA

                                          
Angustias apenas podía hablar. Su garganta se había transformado en un foso ardiente del que las palabras no lograban escapar. Imperaba el silencio con su manto de dolor. Subía la fiebre y Angustias se encontró practicando la involuntaria caída de párpados que la sumergía en un inquietante  duermevelas. Marcelo había colocado una cebolla partida en trozos, en un plato, en la mesilla de noche, para que el aire de la estancia se aliara con ella a la hora de ganar la batalla a la gripe. Angustias intentaba equilibrar la cascada que se desbordaba por su nariz y la fragua al rojo vivo que atenazaba su cuello.
Fue en una tregua que le dio la enfermedad que vino a recordar un pequeño libro que recogía las palabras de Marco Aurelio (aunque en cuestión de estilo ella era mas de Adriano).  Escribía el emperador romano que “la mejor venganza consiste en no parecerse nunca al enemigo”.  Pensó Angustias que en muchas ocasiones en las que la vida nos empuja a la lidia no deseada, quizás esta sentencia sirviera para encontrar la explicación convincente. Y sin saber muy bien por qué ahí estaba  Angustias hilando pensamientos dispersos que las variaciones térmicas, por momentos,  avivaban o eclipsaban. Elucubraba Angustias que a veces el devenir humano era una especie de enigma que se resolvía encontrando una clave. Una vez que se hallaba, el arco era sostenido con firmeza por la clave arquitéctonica, la dovela; la nota  dejaba de vagar solitaria, acogida por la clave de fa, sol, do; la tristeza se trocaba en calve de ja; y el suceso se empalabraba en clave humana.

 Otro cantar era la catarata de emociones que el hallazgo de la solución  hiciera fluir libremente cual esclusa abierta. Opinaba que, aunque  con mas o menos pericia, se podría acceder a un cajero, al correo electrónico o al manejo de todo artilugio de las nuevas tecnologías, pero que  la cosa pintaba diferente cuando se trataba de desentrañar el quid de la vida; la respuesta ante los interrogantes que conforman el único menú posible en la degustación del pensar y del sentir:  nacer,  morir,  amar, odiar,  orden,  desorden y la incansable voluntad de alzarse cada vez que un virus u otras especies del malaje se empeñan en tumbarnos.  Aspirando el aroma agrio, semáforo verde para la respiración, Angustias comprobaba que la clave era siempre  volverse a levantar. Buena semana.




domingo, 19 de enero de 2014

EL DESCAPOTABLE ROJO DEPOSITARIO DE LA CONFIANZA PERSONAL

Angustias se subió por primera vez en un descapotable rojo. Era de su  amiga Alba que la recogió para enseñárselo. Una vez en la autopista constató que a medida que la velocidad aumentaba, el viento arreciaba y en vez de rozar su rostro suavemente, se estrellaba en su cara  con la contundencia con la que se estampa un sello que certifica la oficialidad de un documento. Después de recibir en plena mejilla derecha una hoja que, a los 120 Km/h a los que circulaba el auto, se transformó en una cuchilla, en este caso, afortunadamente, roma, agradeció Angustias que la carretera no discurriera cerca de un campo de golf o de  tenis pues el impacto de una pelota errada tendría efectos nada deseables.  Alba le comentaba con emoción cómo había hecho realidad una ilusión: tener un descapotable rojo. Ahora la siguiente meta era el aumento de pechos. Angustias entendía que en cuestión de gustos cada persona tenía sus prioridades.
El caso es que las amigas habían acordado pasar unas horas en la playa, alternando la conducción por lo que Angustias guió el coche en el trayecto de vuelta. En su papel de jefa del volante, Angustias experimentó la sensación de poder, pareja a la rapidez con la que se deslizaba el vehículo y le divertían las reacciones de sus compañeros de carretera, efímeros  ambulantes mecánicos, que basculaban entre  la admiración y  la rivalidad. Angustias se sintió grande y poderosa y mientras sus dedos tamborileaban un ritmo que no se tradujo en canción, se sorprendió a sí misma gritando un GUAUUUUUUUU que encontró eco inmediato en los labios de Alba.
Al final de la jornada Angustias cenaba con Marcelo en un restaurante, otrora centro de actividades culturales y deportivas que la pésima gestión municipal  llevó a su cierre. Preguntaban a la camarera por el escalope Hawai y fueron informados de  que se trataba de un plato en el que la carne era acompañada de dos posibles salsas con el añadido de verduras como guarnición.
Angustias contó a Marcelo su viaje en el descapotable y su transformación anímica. Con la expresividad a flor de piel, Angustias le describía cómo se había convertido en un animal del volante. Marcelo, que compartía con Angustias su pasión por la lectura, le recordó la cita de Gioconda Belli en “El país de las mujeres”, que afirmaba que la batalla mas ardua para las mujeres era la de ganar la confianza en sí mismas”.

Angustias, en aquel día que comprendió la transformación que produce la conducción de un descapotable rojo, pensó que ojalá tener  confianza personal, ya se fuera hombre o mujer, no dependiera de un volante, un descapotable rojo, la velocidad, mas o menos cantidad de…. o (haciendo un guiño cinematográfico) de unas gafas de sol y un pañuelo cubriendo la cabeza anudado al cuello. Angustias optó por la salsa a la pimienta y Marcelo por la salsa de champiñones. Cada cual le ponía su sabor a la vida pero coincidían en que  convertían  un día cotidiano en algo exótico. En la mesa contigua un señor se escandalizaba al leer en el estado del whatsApp de su esposa “Estoy de cuatro meses y tengo antojos de lakasitos”. Angustias sonrió y Marcelo intuyó que esa sonrisa guardaba un tierno enigma. Buena semana.




domingo, 12 de enero de 2014

LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE...... COPILOTO

Angustias condujo  mientras  cantaba y gesticulaba amparada en la intimidad sonora que proporciona tener las ventanas del vehículo subidas. Una divertida música sonaba y solo  en algunos momentos Angustias y melodía coincidían. Pero a ella le daba igual. Estaba sola y en el asiento contiguo se acomodaba su bolso azul  y un alegre foulard que reinaban en el confortable espacio. Ante la parada impuesta por el semáforo en rojo,  Angustias echó una mirada a su derecha  y los sonidos  de la canción se mezclaron con pensamientos sobre  la  importancia que tiene el puesto  del copiloto. Su ocupación implica delegar en el otro el poder en la dirección de la ruta, la asunción del papel de ayudante que tan pronto lee carteles de la carretera, prende un cigarro, sintoniza la emisora requerida o gestiona cualquier otra tarea subalterna. Cuando hay varios ocupantes,  esta posición  establece una prioridad en relación a  los de la parte trasera y un vínculo especial con el protagonista de la conducción, que de eternizarse  a veces es de dependencia, otras de marcada superioridad. En fin, la jerarquía que siempre que puede, se muestra.
Angustias recogió a Marcelo a la salida de su trabajo y le comentaba lo que  se le había ocurrido mientras venía a buscarle. Él la miraba atento con sus ojos oscuros riéndole y a modo de conclusión le dijo que afortunadamente ellos practicaban una relación  horizontal  y lo mismo daba que condujera una u otro pues el criterio para hacerlo era el  gozar del deleite o evitar el cansancio.
Angustias le sonrió y agradeció aquel momento en el que al doblar la esquina, Marcelo, con su piel color ala de cuervo, entró en su vida. Con él volvió a conjugar los verbos que designan el querer y se felicitaba estar con él, en él, sobre él, bajo de él, delante de él, detrás de él  y sobre todo….junto a él. Volvió a coleccionar amaneceres que la bajaban al mundo vestida con un traje de besos, coselete con el que repeler las adversidades cotidianas y retornó a cerrar los días envuelta en los abrazos ( a veces tiernos, otras feroces) que la desvestían para,  finalmente, adentrarla , recorridas las sendas del placer, en el mundo del descanso. Compartía Angustias aquella frase leída en “La elegancia del erizo” donde se afirmaba que “Todo llega cuando tiene que llegar para quien sabe esperar…” porque ella de paciencia sabía un rato.
Marcelo y ella  intercambiaban los papeles de conductor y copiloto y así trazaban un nuevo camino a partir de aquella tarde invernal en la que sus pasos coincidieron al doblar la esquina. Buena semana.









domingo, 5 de enero de 2014

LO QUE OCURRE AL DOBLAR LA ESQUINA

Angustias tenía que recoger un traje verde en la tintorería esa tarde; también había quedado con su amiga Guacimara para hacer un quesillo. El encuentro tenía tanto de rito gastronómico como amistoso y se repetía periódicamente; en él se abonaba la planta de la lealtad sembrada tres décadas atrás. ¡Y cómo seguía creciendo!
Angustias había asumido el papel de pinche y así, alcanzaba a Guacimara la lata pequeña de leche condensada, igual cantidad de leche entera, seis huevos, la cáscara de medio limón rallado y el caramelo líquido que se convertía en el dulce lecho donde reposarían los ingredientes que, con el calor y el tiempo adecuados, terminarían por convertirse en un apetitoso postre.
Claro que Angustias podría haber ido a la tintorería antes de pasar por la casa de su colega. O tal vez las amigas hubieran tenido que comprar, esa misma tarde, los productos para hacer el confite, debido a lo apretado de sus respectivas agendas, con el consiguiente retraso de la cita repostera. Es posible que en vez de brillar  el sol, el día se despidiera con lluvia (lo cual era lo que se espera de todo invierno que se precie por  esa latitud) y como consecuencia Angustias hubiera tenido que coger el coche para reunirse con Guacimana en vez de,  como ocurrió, pasear tranquilamente coleccionando andares, tal como Cortázar abstraía orejas ambulantes. De igual forma, es verosímil que emulando a Mario Menkel, protagonista de “La importancia de las cosas” para quien “el trato personal se le antojaba una forma de multiplicar las ocasiones de meter la pata", Angustias no se hubiera parado a la salida de su hogar para charlar con el vecino de la casa de enfrente, interesándose por la salud de su esposa, Antonia, que padecía  una lumbalgia posesiva, reacia a abandonarla. Pero el caso es que sí habló con el anciano, despidiéndose con deseos de pronta recuperación para su mujer.

Así pues, Angustias llegó a casa de Guacimara, cumplió gustosa con la ceremonia del afecto y camino de la tintorería, bajo un cálido sol invernal, justo al doblar  la esquina, en ese preciso momento y lugar, se encontró con quien cambiaría el rumbo de su vida, se encontró con él ….. alguien  hermoso. Buena semana.