Llegó el verano con su pareo estilo
vendaval, modelo que lucirá en los próximos meses en esta tierra del sureste
insular; alternará, en contada ocasiones con el estilo ola de calor; y finalmente en las postrimerías de septiembre,
optará por un estilo calidez que abrazará sin abrasar.
Llegó el estío con su fin de
etapa académica, laboral, familiar, política….
en definitiva, vital; y con el punto, que no es seguido, ni va unido a coma alguna,
se impone un nuevo párrafo, se arriba a las costas de otro ciclo por estrenar, veredas por desentrañar, sueños por forjar, horizontes por ampliar.
Llegó el tiempo considerado
de vacaciones, en una época en la que, a poco que reine el despiste, la rutina
veraniega deviene en trabajosa galera; a veces las familias se topan de frente
con el fantasma de las horas que llenar, lejos
de la aprendida cotidianeidad de las otras estaciones; incluso trasmutan en
erizos cuyos irremediables roces producen las inevitables picaduras, que se
añaden a las de los mosquitos y demás bichos que hastían.
Llegó el espacio de un año a medio andar, momento ideal
para afrontar la reválida semestral, valiosa y constructiva, del ambular humanol; a
diferencia de la sugerida por pedagogías emergentes extraviadas.
Llegó la canícula y su calor
invita a saciar la sed, a dorar la piel, al masaje marino, a la charla
distendida, al placer ( gastronómico y de otras índoles), al juego, a surfear horas y olas, a la
alegría, al sueño y a soñar.
Llegó el verano y lo importante es
que, esta vez, llegamos también. Buena semana.