Magec era brillante. Tenía una
mirada que desprendía inteligencia rebozada en ternura. También tenía una
pasión: la música.
Magec era nocturno en clara
contradicción con las connotaciones de
su nombre de origen guanche que significaba sol. Y cuando caía el astro rey él
lucía en todo su esplendor.
Magec sabía por sus padres
que había nacido cerca de la medianoche. Quizás esto explicaría el despliegue
de energía que brotaba en él con el fin del día. O quizás, no.
Magec conducía una
ambulancia de traslado en el turno de la noche. Desde que se incorporara a la
empresa que gestionaba el transporte para personas dependientes solicitó el
horario que se iniciaba con el crepúsculo. No tuvo inconveniente pues no tenía compromisos familiares como
ocurría con otros colegas; y su proyecto personal de vida no incluía, de
momento, la paternidad.
Magec recorría la oscuridad
guiado por el alumbrado público que menguaba hasta la extinción cuando se
alejaba del entorno urbano; en tal caso, los faros de su vehículo alumbraban
espacios de claridad a corta o larga distancia según la orografía del lugar.
Magec se acostumbró a la
complicidad de su compañero de trabajo, hombre discreto y de ánimo sereno; se
acostumbró a las historias que contaban los usuarios del servicio; se
acostumbró a sus quejas por la tardanza que agriaba la vuelta a casa de
enfermos y acompañantes, en algunos casos, hasta de diez horas; se acostumbró a
repetir el mantra “nosotros solo seguimos el protocolo y contamos con dos
unidades para cubrir todo el territorio”.
Magec pisaba embrague, freno
o acelerador mientras escuchaba jazz, su música preferida. Era la banda sonora
de aquellas jornadas que acababan al alba.
Magec aprendió a distinguir
el lenguaje mudo del dolor, sufrimiento, alivio y cansancio en los gestos de quienes
utilizaban la camilla y los asientos durante el involuntario aunque necesario
trayecto compartido.
Magec aprendió a leer entre
líneas en las pupilas, a escuchar los silencios aderezados con suspiros, a
acompañar tanto a acompañado como a acompañante.
Magec comprendió, en fin, que el momento más oscuro
de la noche es justo antes del amanecer; por eso cuando lo negro brillaba,
seleccionaba un solo de saxo cuyas notas trocaban en comadronas de un nuevo
amanecer. Buena semana.