domingo, 19 de enero de 2014

EL DESCAPOTABLE ROJO DEPOSITARIO DE LA CONFIANZA PERSONAL

Angustias se subió por primera vez en un descapotable rojo. Era de su  amiga Alba que la recogió para enseñárselo. Una vez en la autopista constató que a medida que la velocidad aumentaba, el viento arreciaba y en vez de rozar su rostro suavemente, se estrellaba en su cara  con la contundencia con la que se estampa un sello que certifica la oficialidad de un documento. Después de recibir en plena mejilla derecha una hoja que, a los 120 Km/h a los que circulaba el auto, se transformó en una cuchilla, en este caso, afortunadamente, roma, agradeció Angustias que la carretera no discurriera cerca de un campo de golf o de  tenis pues el impacto de una pelota errada tendría efectos nada deseables.  Alba le comentaba con emoción cómo había hecho realidad una ilusión: tener un descapotable rojo. Ahora la siguiente meta era el aumento de pechos. Angustias entendía que en cuestión de gustos cada persona tenía sus prioridades.
El caso es que las amigas habían acordado pasar unas horas en la playa, alternando la conducción por lo que Angustias guió el coche en el trayecto de vuelta. En su papel de jefa del volante, Angustias experimentó la sensación de poder, pareja a la rapidez con la que se deslizaba el vehículo y le divertían las reacciones de sus compañeros de carretera, efímeros  ambulantes mecánicos, que basculaban entre  la admiración y  la rivalidad. Angustias se sintió grande y poderosa y mientras sus dedos tamborileaban un ritmo que no se tradujo en canción, se sorprendió a sí misma gritando un GUAUUUUUUUU que encontró eco inmediato en los labios de Alba.
Al final de la jornada Angustias cenaba con Marcelo en un restaurante, otrora centro de actividades culturales y deportivas que la pésima gestión municipal  llevó a su cierre. Preguntaban a la camarera por el escalope Hawai y fueron informados de  que se trataba de un plato en el que la carne era acompañada de dos posibles salsas con el añadido de verduras como guarnición.
Angustias contó a Marcelo su viaje en el descapotable y su transformación anímica. Con la expresividad a flor de piel, Angustias le describía cómo se había convertido en un animal del volante. Marcelo, que compartía con Angustias su pasión por la lectura, le recordó la cita de Gioconda Belli en “El país de las mujeres”, que afirmaba que la batalla mas ardua para las mujeres era la de ganar la confianza en sí mismas”.

Angustias, en aquel día que comprendió la transformación que produce la conducción de un descapotable rojo, pensó que ojalá tener  confianza personal, ya se fuera hombre o mujer, no dependiera de un volante, un descapotable rojo, la velocidad, mas o menos cantidad de…. o (haciendo un guiño cinematográfico) de unas gafas de sol y un pañuelo cubriendo la cabeza anudado al cuello. Angustias optó por la salsa a la pimienta y Marcelo por la salsa de champiñones. Cada cual le ponía su sabor a la vida pero coincidían en que  convertían  un día cotidiano en algo exótico. En la mesa contigua un señor se escandalizaba al leer en el estado del whatsApp de su esposa “Estoy de cuatro meses y tengo antojos de lakasitos”. Angustias sonrió y Marcelo intuyó que esa sonrisa guardaba un tierno enigma. Buena semana.




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