domingo, 27 de septiembre de 2015

SEPARADOS POR UN METRO DE CREPÚSCULO

Isabel terminó el segundo plato y, disciplinada, colocó los cubiertos de la forma protocolariamente establecida para que el camarero retirara el servicio. Un gusto sabroso y amarillo se alojó en su paladar hasta que fue a mezclarse con el sabor ligeramente afrutado del frío vino blanco que abandonaba la copa en la que morara desde hacía medía hora.
Isabel contemplaba el atardecer desde su terraza preferida, aquella que se desplegaba en un recodo de la avenida, justo en la zona que llamaban la Peña de la Vieja, o La Peña. El origen de tal denominación era confuso y tan pronto hacía relación al supuesto y lejano ahogamiento de una anciana, como a la vejez del accidente orográfico o a la abundancia de peces conocidos como viejas , famosos por su feliz maridaje con el aceite, la sal o la plancha.
Isabel se despedía de  ese día que suponía el adiós a su situación laboral tras cinco años de entrega casi absoluta. Dejaba la seguridad de un empleo fijo para abrazar una propuesta llovida del cielo, literal y metafóricamente. Semanas atrás se encontraba paseando por la playa de su ciudad cuando una ráfaga de viento le trajo, volando un panfleto en el que se solicitaba profesionales del sector audiovisual. Escéptica, guardó el papel con la intención de tirarlo en la primera papelera que encontrara. Pero no fue así .Dos días después, en medio de una discusión laboral, donde pudo más el hartazgo que el deseo de seguridad, se sorprendió, al buscar en su bolso un paquete de cigarros, ante la presencia del pequeño y ahora tentador rectángulo impreso. Con mas rabia que cabeza llamó y a partir de ahí se inició una ceremonia del adiós que concluía en este paisaje gualdo tirando a violeta.
Raúl chasqueó la lengua, levantando ligeramente el labio superior izquierdo. Era la mueca que se pintaba en su rostro cuando algún elemento de su entorno desentonaba. No solo le ocurría con el aspecto físico, que supervisaba una y otra vez sino también con el mental. Necesitaba controlar todo vestigio de pensamiento y encajarlo en un molde hecho a base de hacerse a sí mismo y de cultivar una independencia de postureo. Chasqueó porque su mesa preferida estaba ocupada.Empresario cotizado en el mundo de la comunicación, arrastraba tras de sí una estela de sinsabores emocionales cuya baba borraba con dramáticos y esporádicos encuentros. Buscaba los lugares concurridos donde poder pasar desapercibido y la profundidad del trato rayara la superficialidad de la nata sobre la leche.
Raúl había llegado a la cita con su última conquista diez minutos después de lo acordado, seguro de su victoria. Entendía las relaciones entre los sexos como una lucha en la que por ahora contaba con el título de vencedor. Conocedor de la técnica, en un primer momento del acoso y derribo, después del acercamiento y distanciamiento al estilo fijo discontinuo, sus relaciones siempre estaban encuadradas en un paréntesis que derivaba en un corchete donde mandaba el cálculo. Pero eso no lo sabía nadie, ni si quiera el propio Raúl que a base de repetir la misma acción había terminado por olvidar que escondía miedo y tristeza.
Raúl transitó por la velada que se deshacía de los trazos pajizos absorbidos por el violáceo nocturno como otras tantas veces en ese carrusel en el que se había convertido su vida y donde giraba y giraba sin avanzar hacia delante. Se trataba de no pensar mucho mientras se bajaba en la noria emocional esperando la cima que a su tiempo, aunque efímera, dotaría de sentido su tener que él confundía con su ser. Al llegar a la cafetería playera le esperaba la actual chica de sus sueños,  en una mesa cercana al cantante que, con su teclado, mezclaba notas, palabras, poesía con la sal y el aire marinos. El lugar estaba lleno de mesas separadas. Cada una sostenía  una comedia o tragedia que duraban  lo que una performance. Eran mudos  escenarios  de un elenco itinerante prestos a surtir  del atrezzo adecuado para cada representación.

Isabel solicitó al camarero la carta de postres mientras escuchó un sonido masculino , ligeramente nasal , que brindaba por los ojos negros femeninos  que, nublados por la juventud, le sonreían. Isabel miró la extraña pareja y el dorado de la tarde solo fue un recuerdo. Desconocía que pronto aquella voz besaría su cuello. Pero en ese momento su propietario y ella estaban separados por un metro de crepúsculo. Buena semana.




domingo, 20 de septiembre de 2015

EL TRES EN UNO QUE NO ES UN TRES POR UNO

Eustaquia llegó al aula en la que treinta pares de ojitos, a punto de salirse de sus órbitas, la miraban expectante.
Se presentó con el nombre de Eusti y se ofreció al acompañamiento en el viaje académico que aquellos rostros infantiles acababan de iniciar.
Con la complicidad del tutor del grupo, Eusti se despachó a gusto, orgullosa de contagiar la seguridad que – ella entendía- necesitaban los recién iniciados en la Enseñanza Secundaria. Les habló de esto y de aquello, encantada consigo misma de lo bien que lo hacía. Y a base de ejemplos que se envolvían en un silencio salpicado de risas espontáneas, explicaba lo que se entiende que es la madurez. Decía Eusti que de grandes, nuestros miedos  (en la mayoría de las veces) son fantasmas que tienen pesadas cadenas a las que aplicamos de vez en vez 3 en 1 para que no hagan ruido. Por eso- continuaba- aunque las personas mayores tenemos miedos, vivimos con ellos en una coexistencia pacífica que nos permite disfrutar de la vida y continuar creciendo.
Era la tercera vez , a lo largo de la mañana, que Eusti hacía esta presentación. Y se sentía plena.
Pero fue el caso que en medio de su discurso se le ocurrió preguntar al auditorio de infantes si sabían qué era 3 en 1 y como respuesta encontró un coro de voces que se expresaban a destiempo en una oleada de murmullos, hasta que sobresalió una rotunda que afirmó “Son las ofertas del supermercado”. Y otra respondió “ Es lo de algunos champús”. A lo que otra voz rectificó “Qué va, eso es 2 en 1”.
Eusti enderezó el entuerto previa humilde carcajada y tras salir del aula se dijo que no es lo mismo saber que saber comunicar .Y que en cada acto comunicativo, en el fondo, somos punto de partida y llegada. Tal vez habrá que escuchar el doble de lo que se habla, preguntar en vez de responder y estar atenta a la mirada que nos oye para que también aprendamos a escuchar. Buena semana.








domingo, 13 de septiembre de 2015

AL CALOR DE LA LLUVIA CRECEN TANTO LA BUENA COMO LA MALA HIERBA

Gervasia se plantó frente al pequeño huerto pertrechada con tijeras de podar, pala, rastrillo, bolsas y otros atarecos. Dispuesta a habitar el terreno familiar en las próximas dos horas  iba vestida con la ropa que facilitara la posición cuerpo a tierra. Y en realidad,  algo tenía de trinchera aquel espacio rectangular patrimonio de su estirpe pues allí no quedaba otra que, en cuclillas o  boca abajo, contactar directamente con el suelo y tragar el polvo.
Gervasia regresaba de unas cortas vacaciones en un paraje del interior donde el término medio había sido exiliado: cuando hacía frío, tocaba abrigarse hasta la coronilla. Cuando hacía calor, cada inspiración era lava candente que con la espiración trocaba en brasas ardientes. En su lugar de residencia, ahora, era otoño pero Gervasia disfrutaba de una primavera interior de cuyo mantenimiento se ocupaba con gozo.
Llevaba lloviendo varios días en modo  chispi chispi cuando Gervasia hundió sus botas en una foundé terrosa que recubría semillas, hojas y pequeños bichillos con una masa canela y compacta.
Gervasia revisó amorosamente el estado de ramas, hojas, troncos y raíces y tras esta concienzuda ITV se dispuso a recorrer y, si era menester, sanar el entorno de cada vegetal.
Gervasia  pensaba que a la llamada de la vida hecha agua , no solo crecía lo plantado desde la consciencia sino todo aquel hierbajo que al encontrar espacio y lugar, colonizaba mundos ajenos, adornando aunque fuera efímeramente, pues lo que no se cultiva, no da frutos.
Gervasia se dijo que tendría que emplearse a fondo para discernir qué dejar y qué arrancar en aquel lugar donde la vida se desplegaba en toda su paradoja. Y a ella le tocaba desempeñar el noble oficio de jardinería. Así que no quedaba otra que, con atención, sumergirse en el fango. Buena semana.






domingo, 6 de septiembre de 2015

MANOS FORNIDAS, SÓLIDA BARANDILLA Y BRAZOS SOLIDARIOS

Nazaria subía lentamente los peldaños de la escalera apoyada en el barandal y en Camila, la persona que la cuidaba desde hacía años.
Tenía Nazaria las piernas hinchadas por la retención de líquidos, aunque ella era abstemia; cada paso que daba era una medalla de oro pues los doce escalones que la separaban del dormitorio necesitaban de un cuarto de hora para ser recorridos.
Nazaria tenía fuertes manos con las que asirse a un sólido pasamanos y además le acompañaban unos brazos solidarios que le hacían habitar en la confianza mas genuina.
Nazaria, ya en su cama, recuerda las noticias del día entre las que se fija en su mente la imagen de una marea humana huyendo de la guerra que jalona las fronteras de la paz. Paradójicamente son  los afortunados porque miles quedaron en el camino o en el mar.
Nazaria se acurruca, arropada por unas sábanas de franela que calientan su corazón. Piensa en las personas que, como ella, dependen de otra para vivir. No en sentido metafórico sino literal. Y vuelve a visionar, como si de una película de terror se tratara, la mirada inerte de quienes no tienen unas manos fornidas, un suelo que pisar, una baranda que abrazar o unos brazos que hablan el idioma del amor.

Piensa que aunque  esta puede ser su última noche , sería una despedida envuelta en el sudario de la dignidad. Se siente tristemente privilegiada en un mundo en el que millones de seres forman una amalgama difusa, sin rostro, sin voz, sin cuerpo y  que solo pretende ejercer el derecho de vivir en paz. Buena semana