Cleopatra y Mariana hicieron
chocar sus copas de vino con tanto
ímpetu que el fino cristal se hizo añicos. No quedaba más que ir a por el
recogedor y el cepillo y reunir los minúsculos pedazos de vidrio. Ambas mujeres
celebraban el ascenso laboral de Cleopatra que le supondría cambiar de país,
cambiar de vida. Era un sueño largamente acariciado que, finalmente, se hacía
realidad
Mariana comentaba a su prima
que en el ambulatorio donde atendía las llamadas telefónicas y las consultas de
pacientes extraviados o sin extravíos, pacientes con bastante paciencia, en su
mayoría, el lenguaje cada vez se volvía
un galimatías especialmente en lo que a las nuevas generaciones se refería. Sin
ir más lejos, la semana pasada un joven alto y moreno que no llegaría a los
quince años, acompañado de su madre había ido al consultorio a pedir cita para
una analítica y dada la dificultad para conciliar los intereses maternos
filiales la controversia se zanjó cuando el adolescente emitió un rotundo “Lo
que tu digas, mamá. Sobras las Pa” .La mujer no entendió aquella expresión y al
interrogar a su vástago por el significado, aquél, además de repetirla varias
veces, poniendo cara de asombrada condescendencia, explicó “sobras las
palabras, las pa…¡es que hay que decírtelo todo!- remató a modo de sapiente
colofón.
Cleopatra construía una
pirámide cristalina con los desechos rotos, mientras Mariana le narraba sus habituales anécdotas; aunque tenía la cabeza
más en su futuro destino que en la crónica mundana de la cotidianeidad. Para
ella se le había abierto una ventana al mundo que la transportaba a otra
dimensión. Mirando el montón que otrora compusiera un par de copas, recordó lo
impactaba que quedó cuando en su adolescencia un profesor de arte le explicaba
cómo la aparición del cristal había supuesto una auténtica revolución en el
Renacimiento. La posibilidad de mirar desde el hogar a través de amplias ventanas transformó la relación de la persona
con su entorno, ampliando su horizonte tanto el interno como el exterior.
Pensaba Cleopatra que el cristal fue algo así como el internet renacentista
que, patrimonio de unos pocos en sus comienzos, con el tiempo se popularizó hasta
llegar , no solo a reflejar la realidad sino a determinar cuál era el campo de
visión en el que dicha realidad se consideraba como tal. Sonrió pensando en las
extrañas veredas que tiene la mente para saltarse toda autopista espacio-temporal
y crear conexiones paralelas en el trazado de la memoria.
Mariana le propuso a
Cleopatra, una vez solventado el accidente, iniciar la consulta sobre el lejano
y milenario país al que su pariente cercana se marcharía en breve. Conectadas a
internet, Cleopatra sintonizó, nuevamente, para sus adentro, con la época que
finiquitara el geocentrismo y vislumbrara
una nueva vida con la transparencia
vidriada .Imaginaba la fascinación de la humanidad ante tal descubrimiento, la
reverencia ante semejante hallazgo y sus aplicaciones. Igualito que la
irrupción de internet en el siglo XX,;
cavilaba sobre esto cuando el servidor
mostraba 2 780 000 000 páginas en 0’65 segundos como respuesta a la reciente petición
de información. Sin poder reprimir su asombro, dijo en voz alta un certero “Sobras
las pa” que su prima reafirmó con un “Sí, es alucinante”. Buena semana.