domingo, 30 de marzo de 2014

EL EQUIVOCADO LIDERAZGO DE LOS NIÑOS TESOROS

Angustias sonreía a la primavera que asomaba ese año con timidez; pedía permiso la estación para desplegar  su calidez intermitente  pero progresiva; su finiquito dejaría paso al abrazo abrasador del estío. Angustias se reconocía en los meses primaverales: la luz del día se ampliaba y la vida  principiaba. Con las fresias decorando su casa y su corazón, Angustias  atendió la llamada de Javier, su único hijo varón que le consultaba sobre una perreta que el pequeño  Roberto se había cogido ante la negativa de su padre a satisfacer  un deseo inmediato. Javier amaba a su hijo; había sido un niño deseado y tanto él como su mujer, Aurora, se habían tomado muy en serio la responsabilidad de traer un hijo al mundo. Angustias pensaba que tal vez en exceso; para sus progenitores,  Ismael era un auténtico tesoro, aun antes de nacer. Justo es decir que ella no se encontraba en ese brete y  como dice el dicho, “qué bien se ven los toros desde la barrera”. Y aunque, en alguna ocasión  había insinuado a los padres de Ismael que “una tortita en la nalga a tiempo podría evitar golpes mayores y sobre todo, innecesarios, en el futuro”, la mirada petrificadora de un par de ojos de  Medusas  la paralizaron a la hora de seguir con su propuesta. Así que Ismael imperaba en el reino  doméstico a base de llantos, “ojitos de cordero degollado”, e incluso alguna fiebre de inesperada aparición, en sospechosa coincidencia, eso sí, con alguna frustración mal digerida del pequeño.
Angustias le recordaba a su hijo que el papel de adulto debía ser representado por personas mayores que habrían de desarrollar la energía y tranquilidad suficientes para ser los líderes adecuados en la ardua tarea de integrar al infante en la sociedad. Tal como hacían los animales; pero a diferencia de las bestias,  contando con el mágico arsenal dialéctico de los valores, aunque  pareciera que  estos estuvieran encerrados en un baúl  bajo siete llaves.
Javier era mucho de hablar, de tomar opinión y confiaba en que su pequeño lo viera como un amigo mas que como un padre. Angustias pensaba que tal vez la muerte prematura de su primer esposo, Luis, tuviera mucho que ver con este deseo idealizado. Sea por lo que fuere, esta vez,  optó por escuchar, sin expresar juicio alguno, la larga letanía de Javier que, a pesar de pasar de la treintena,  había delegado su poder en quien no podría gestionarlo. Angustias había aprendido que en cuestión de errores propios y ajenos está bien que cada  cual aprenda a asumirlos. Sabía que toda explicación no supone una justificación sino la descripción correcta o incorrecta de acontecimientos en el tiempo, por muy dañinos o crueles que fueran.
Angustias entendió que Javier sí era lo suficiente mayor para hacerse cargo de su decisiones y ella para dejarlo hacer;  con el sentido de humor que se había cosido a su piel, parejo a sus arrugas nacidas  con el devenir del tiempo, pensaba en qué poco le habría durado el cargo al rey de la selva si  sus acciones dependieran del  deseo de los cachorros que monos, lo que se dice  monos, lo son; pero que para el ejercicio del poder con cordura, donde la prioridad sea la supervivencia  digna y el bien común, la cosa no depende de  una monada. Buena semana.






domingo, 23 de marzo de 2014

CUANDO FALLA EL SENTIDO SOLIDARIO LA ALTERNATIVA ES LA IGNORANCIATERAPIA

Angustias paseaba entre una marea humana que revoloteaba de caseta en caseta en busca de un remedio alternativo a un malestar  ordinario. Navegaba en las aguas del retorno a la naturaleza, arribando de vez en cuando a las costas del bienestar, envuelta en aromas sugerentes y explicaciones  sugestivas: en una carpa se hacía apología del pensamiento positivo  mientras un auditorio deseoso de creer, absorbía cada palabra de la ponente que se empeñaba en demostrar, sin alzar el tono, que otro mundo era posible. En otro espacio se practicaba una lenta danza milenaria; había ofertas de cosmética que se fusionaban con la gastronomía; Angustias recibió con agrado una mascarilla de pepino que acompañaría el ratito de relax del fin de la jornada. Se daban masajes con manos cálidas y sonrisas dibujadas en el rostro; Lo mas curioso es que las farmacias se habían sumado a esta propuesta y Angustias observó cómo la sabiduría oriental había tomado la calle principal de su ciudad.
Angustias pensó en los límites entre lo que es y lo que no es; en la magia de lo exótico; en lo necesario que es que todo parezca transformarse para sentir lo añejo como nuevo. No sabía si tenía los chacras alineados o curvados;  pero sí era consciente de que las cosas que llamamos ciertas, a pesar de los disfraces históricos que exhibieran, mantenían el mismo esqueleto, (que es lo que realmente sostiene  todo cuerpo), a saber,  el que debería ser el  mas desarrollado de los sentidos: el sentido común, lo que  ella traducía como:
Sosiego en el mirar a los ojos del otro.
Atención a la banda sonora ajena que en algún momento coincidirá, aunque solo sea en alguna nota, con la nuestra.
Apertura del pecho para aspirar el perfume que produce el esfuerzo por ser mejor.
Ganas de saborear la historia particular y colectiva, aderezada con sal del Tíbet o con sal de mesa.
Osadía en la caricia que descubre el placer del encuentro.

Angustias recordó la frase atribuida al padre de la relatividad que afirmaba:" todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas”. Y reflexionando sobre lo dicho por el pensador alemán nacionalizado estadounidense, matizó Angustias  que cuando falla el sentido  solidario, la alternativa estrella es la ignoranciaterapia. Buena semana.




domingo, 16 de marzo de 2014

BUENO, BUENO ….. CLARO, CLARO

Angustias contemplaba el mar del norte que esos días había decidido mostrar su bravura y preparaba una despedida tempestuosa al invierno ya arcano. Miraba cómo los acantilados eran golpeados por latigazos espumosos. Había mar de fondo y anochecía.
Angustias gustaba de entender la vida como  una sucesión de ciclos y se imaginaba el paisaje costero cuando  llegara la calma, el mar quedara como un plato y las rocas recuperaran su figura agreste recortada en el cielo azul. Un mismo lugar, escenario de espectáculos opuestos que se persiguen sin alcanzarse, e inevitablemente le vino a la mente los versos del poeta Fernando González
“¡Contra los arrecifes de la noche / lucha la nave blanca de la aurora!
Angustias, desde la mesa con vistas en la que se encontraba,  decidió tomar, como postre,  una manzanilla, humeante y con ligero aroma alimonado. Alguien con voz estentórea rompió el silencio del local pidiendo un café clarito. Por contra,  Angustias era de las del café cargado y le costaba entender la preferencia  ajena por el agua chirle. Pensó que en cuestión de gustos tenía mucho que ver el patrimonio intangible familiar, la sabiduría popular que se transmite en dichos, refranes, gestos y anécdotas. Y por esto rememoró a una de sus abuelas, Lucía, que contaba cómo había sido instruida en el delicado arte de la hospitalidad inesperada. La bisabuela de Angustias estableció un código para comunicarse con su descendencia  que consistía en responder en clave a una misma pregunta, dependiendo de si  la visita era apreciada o despreciada. Así ante un, en principio, generoso, “¿Madre, hacemos café?,  en caso de buena acogida, contestaba  la matriarca: “bueno, bueno”; mientras que si no había  predisposición, la respuesta era un sibilino ”claro, claro”,  con lo que la proporción de café disminuía alarmantemente en  relación al agua que compondría el  oscuro brebaje. Y el recuerdo trajo la sonrisa.

Angustias concluyó de cenar el plato de habichuelas con pimientos, rojo y verde, cebolla, tomate y pan rallado; todo  bien gratinado. Tomaba la última comida del día, sola, tranquila y frente al mar. Era un ritual que repetía cada vez que su vida se instalaba en los arrecifes de la noche y tocaba esperar  que la nave blanca de la aurora recalara en su puerto. Y ante huésped tan honorable, Angustias  también ritualmente, murmuraba: “bueno, bueno”. Buena semana.



domingo, 9 de marzo de 2014

SI NO QUIERES QUE TE DUELA HAY QUE JUGAR ..... CON TACTO

Angustias paseaba por el casco histórico  de la ciudad que acompañó su nacer. Le gustaba recorrer esas calles en su presente, escenario de vivencias variopintas en su pasado y confiaba  que configuraran el paisaje de su futuro. Se detuvo ante el grupo de perros , de hierro fundido, entrañable seña de identidad urbana e insular. Formaba parte de un ritual no escrito, que la población infantil, y no tanto, se subiera a lomos de estos canes y dando alas a su imaginación, cabalgara apasionadamente. Ya se sabe que en la infancia basta ( o debería)  cualquier excusa para que no haya lastre que lisie el lance, pues el tiempo se disfraza ( o debería)  con los alegres atavíos del recreo. 
Desde la tierna edad, opinaba Angustias,  que  la vida parecía ser una constante sucesión de juegos. Recaló en los  que, voluntaria o forzadamente, había participado a lo largo de su andar y se dijo que ojalá todo fuera tan sencillo como acontecía antes del alumbramiento de la palabra; la época donde  el mundo gris, frío, rígido, solitario  e inmóvil era remplazado por el color, la calidez, la flexibilidad, la solidaridad y el movimiento.
Angustias apostaba porque el tiempo entre juegos, libres, compartidos y placenteros, compusieran las tramas que protagonizara su futuro (perfecto o imperfecto). Claro que cuando miraba la realidad noticiable, Angustias dudaba de la posibilidad real de ese porvenir lúdico anhelado y entendía la desesperación del filósofo Fernando  Savater que reflejaba en El jardín de las dudas  “ ante los optimistas, cuyo filósofo de cabecera es el señor Leibniz, que dicen que en este mundo todo está bien”. Pero también, como el pensador vasco, no era persona que se instalara en el bloqueo eternamente, sino que, escuchando a su corazón, a sus tripas y valiéndose de su materia gris, desatascaba las tuberías de la ilusión tupidas por toda sustancia dañina y pestilente que impedía la diversión como norma para la humanidad.  Angustias sabía que el bienestar humano solo admitía como  sistema de canalización sostenible el construido con los materiales extraídos en las minas de la paz y  socarronamente  le dio la razón al extravagante aforismo  “Solo cuando un mosquito se pose en tus testículos, te darás cuenta de que no todo se soluciona con violencia”. Así que a jugar ………con tacto. Buena semana.




domingo, 2 de marzo de 2014

EL PROPÓSITO DE LAS LUCES DE BAJA INTENSIDAD

Angustias terminó de leer “El arte de amar” de Erich Fromn y aun masticaba sus frases finales, en las que se afirmaba que “tener fe en la posibilidad del amor como fenómeno social y no solo excepcional e individual, es tener una fe racional basada en la comprensión de la naturaleza misma del hombre”. Emitió un suspiro que derivó en resoplido, respuesta similar  a la dada  tras  la ingesta de un sancocho con el cherne, las papas, la batata, el gofio amasado con el agua de guisar el pescado y el mojo rojo ligeramente picante; acompañado, claro está, de un buen vino tinto de la tierra.  Igual que la comida típica isleña, las ideas recién leídas eran sabrosas pero requerían de un tiempo para que al placer de su degustación se uniera el de la asimilación.

Anochecía y el cielo crepuscular se vio surcado por un avión que dejaba tras de sí una estela efímera. Las luces del aeroplano daban puntadas, algunas intermitentes,  en el tapiz violeta de la tarde y Angustias recordó  una emisora de la que era escuchante . Se enteró por las ondas ,de la razón por la que las luces del interior de un avión disminuían su intensidad durante determinadas maniobras, en especial en las de aterrizaje: se trataba de habituar a los usuarios a una pérdida de visibilidad  para sobrellevar mejor un posible impacto. Angustias revivió la sensación de perplejidad al conocer esta información pues no tenía muy claro si deseaba ser consciente de ella o seguir habitando el país de la ignorancia en cuanto a protocolo de seguridad aérea se refiere. Por otra parte, se preguntaba si ese acomodo preventivo y progresivo a un eventual desastre se podría trasladar a los avatares cotidianos para que nos permitiera menguar la ansiedad con la que nos enfrentamos a una situación de siniestro, aunque no sea total. Siguió con su pensar y concluyó que tal vez, ese amor como fenómeno social, podría ser la luciérnaga que se encienda, emisaria y cortafuego de todo incendio devastador de la vida. Tenía claro que en este mundo todos dependemos de todos y paradójicamente que la única persona con la que, de seguro,  se acostaría todos los días de su vida, al igual que el resto de la humanidad, era ella misma, lo cual no era óbice para disfrutar de la calidez que el cuerpo de Marcelo le proporcionaba, cada noche a su dormir. Por eso reinterpretó las palabras del pensador alemán en la línea de comprender ese arte de amar como una asignatura obligatoria para todas las edades donde el temor a amar se fuera diluyendo, pasito a pasito, al entrenarnos en el ejercicio de la actitud madura que, individual y colectiva, es a la postre, la única luz de emergencia capaz de neutralizar cualquier cataclismo. Buena semana.