Angustias tomó su cuaderno,
regalo entrañable y artesano, y escribió:
Pablito ya triplicaba la veintena
pero seguía respondiendo, con una fidelidad inusitada en él, al diminutivo
cariñoso puesto desde la infancia. Casado y con hijos no tenía oficio ni
beneficio pues no lograba encajar en ninguna ocupación que demandara
constancia, ilusión y sacrificio. No era el mas pequeño de la familia pero sí
se le consideraba por sus progenitores y hermanos, como el mas desvalido,
aunque no existiera certificación médica que acreditara deficiencia alguna.
Una madre y un padre,(como si del mismísimo James Matthew Barrie se tratara) ,excesivamente permisivos contribuyeron a situar, durante seis décadas, a
Pablito en el reino de Nunca Jamás, donde la fantasía lograba justificar la
irresponsabilidad y el egoísmo propios de las edades tempranas. Era una persona
miedosa, insegura, que revestía su debilidad con la máscara de la arrogancia,
la frialdad, el tono de voz alto y alguna adicción que, asociada a la supuesta
masculinidad, le situaba en un constante tobogán emocional.
Desde que tuvo uso de razón
aprendió a captar la atención a través de males físicos; el dinero le duraba un
suspiro por lo que desarrolló estrategias eficaces para rodearse de quienes se
lo pudieran proporcionar. En el afecto buscó la incondicionalidad
unidireccional que, cuando la intimidad reclamaba un salto
cualitativo, le empujaba a la pirueta del abandono: en un eterno partir ,
marchaba físicamente; hasta que encontró esposa que, guardando las apariencias,
le permitió vivir en el virtualismo, le proporcionó hijos que fueron su
coartada durante varias décadas; relación que, al profundizar solo en los encuentros sexuales, hacía
que Pablito se sintiera a salvo, pues se manejaba a la perfección a nivel
epidérmico. El precio era albergar por temporadas, cada vez mas largas, al perro que mordía el estómago, el
insomnio y el desasosiego. Pero Pablito atribuía su estado de carencia siempre
( en esto sí era perseverante) a la mala suerte, que siempre tenía el rostro de personas (a su juicio, siempre, poco comprensivas).
Eterno adolescente, sepultaba su
miedo a la vida bajo el disfraz de la extroversión, la falta de compromiso y el
histrionismo. Niño asustado por dentro; avestruz, por fuera. El reino de las
mayúsculas le estuvo vedado y en su corazón sonaba, constante, el mantra “mi
mamá me mima”; por lo que el mundo no
iba a ser menos; nunca aprendió la siguiente lección” yo amo a mi mamá; por lo
que nunca supo de la existencia de un mundo que querer. Buena semana.