domingo, 12 de enero de 2014

LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE...... COPILOTO

Angustias condujo  mientras  cantaba y gesticulaba amparada en la intimidad sonora que proporciona tener las ventanas del vehículo subidas. Una divertida música sonaba y solo  en algunos momentos Angustias y melodía coincidían. Pero a ella le daba igual. Estaba sola y en el asiento contiguo se acomodaba su bolso azul  y un alegre foulard que reinaban en el confortable espacio. Ante la parada impuesta por el semáforo en rojo,  Angustias echó una mirada a su derecha  y los sonidos  de la canción se mezclaron con pensamientos sobre  la  importancia que tiene el puesto  del copiloto. Su ocupación implica delegar en el otro el poder en la dirección de la ruta, la asunción del papel de ayudante que tan pronto lee carteles de la carretera, prende un cigarro, sintoniza la emisora requerida o gestiona cualquier otra tarea subalterna. Cuando hay varios ocupantes,  esta posición  establece una prioridad en relación a  los de la parte trasera y un vínculo especial con el protagonista de la conducción, que de eternizarse  a veces es de dependencia, otras de marcada superioridad. En fin, la jerarquía que siempre que puede, se muestra.
Angustias recogió a Marcelo a la salida de su trabajo y le comentaba lo que  se le había ocurrido mientras venía a buscarle. Él la miraba atento con sus ojos oscuros riéndole y a modo de conclusión le dijo que afortunadamente ellos practicaban una relación  horizontal  y lo mismo daba que condujera una u otro pues el criterio para hacerlo era el  gozar del deleite o evitar el cansancio.
Angustias le sonrió y agradeció aquel momento en el que al doblar la esquina, Marcelo, con su piel color ala de cuervo, entró en su vida. Con él volvió a conjugar los verbos que designan el querer y se felicitaba estar con él, en él, sobre él, bajo de él, delante de él, detrás de él  y sobre todo….junto a él. Volvió a coleccionar amaneceres que la bajaban al mundo vestida con un traje de besos, coselete con el que repeler las adversidades cotidianas y retornó a cerrar los días envuelta en los abrazos ( a veces tiernos, otras feroces) que la desvestían para,  finalmente, adentrarla , recorridas las sendas del placer, en el mundo del descanso. Compartía Angustias aquella frase leída en “La elegancia del erizo” donde se afirmaba que “Todo llega cuando tiene que llegar para quien sabe esperar…” porque ella de paciencia sabía un rato.
Marcelo y ella  intercambiaban los papeles de conductor y copiloto y así trazaban un nuevo camino a partir de aquella tarde invernal en la que sus pasos coincidieron al doblar la esquina. Buena semana.









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