domingo, 11 de mayo de 2014

EL CONTROL DEL OMBLIGO ELIMINA EL CENTRIFUGADO DE 800 REVOLUCIONES

Angustias pegó el ombligo a la espalda e instintivamente, colocó las escápulas y  se palpó las crestas ilíacas para ver si miraban en la dirección correcta. Dicho en cristiano, Angustias se sentó bien, erguida, mientras daba la bienvenida a un atardecer cálido, en la terraza de su casa; era el momento antesala de la oscuridad deseada, tanto  el anticipo de la noche como de  la piel de Marcelo; cada vez que recolocaba su cuerpo, Angustias se acordaba del inicio de sus clases de Pilates, acaecida en otra década en la que ser consciente del poder umbilical se convirtió en oferta deportiva de moda  con el consabido emerger de los gurús del apretón de vientre que hicieron su agosto, de enero a diciembre.
Angustias disfrutaba practicando Pilates y aun utilizaba unas pequeñas pelotas de arroz cubierto por varias sopladeras ( globos, para entendernos, pues se sabe que en materia comunicativa,  hay que adaptarse al nivel de quien escucha)  que construyó ella misma a instancia de su monitora de entonces; bien es verdad que cada cierto tiempo reemplazaba el envoltorio; pues aunque el buen vino mejora con el tiempo, el plástico, independiente de su calidad, con el tic tac del reloj, padece una decadencia  decrépita.
Angustias recordó esas historias traídas de la infancia donde una figura arcana (con frecuencia pero no en exclusiva, femenina) a base de masajes y de “rezaos” en torno al centro del estómago, colocaba “la madre” en las mujeres y “el pomo” en los hombres” ; cuya desviación, según la sabiduría popular, era la causa de los conocidos  “nervios”.
Angustias comparó las dos formas de buscar  el bienestar emocional  (antes y ahora) llamándole la atención que tanto en el pasado como en el presente, el protocolo consistía en: moverse con control, acariciar o ser acariciado con habilidad y tener conciencia del propio poder; entendía que cuando la vida cuesta ser digerida, para facilitar la asimilación del bolo alimenticio, hay que prestar atención no solo al estómago sino también  al cerebro y al corazón; y que la tan traída y llevada felicidad, habita  en  el saber manejar el programa adecuado de lavado  de las prendas vitales; ese que contemple el centrifugado con las revoluciones justas para el enjuague de las experiencias mas delicadas; ese que permita la acción del  tiempo necesario para que la calma sea la norma y los rayos de sol realicen la ansiada fotosíntesis emocional, evaporando lo estéril.
Angustias defendía la enseñanza, en el seno de la familia y de la escuela, de una saludable disciplina, física y mental que facilitara el autocontrol de aquello que sí podemos controlar; disciplina que sería un buen navío para navegar por las costas de la irracionalidad;   sería un buen cimiento para la construcción de la ventura propia y ajena; y  seguía soñando con ese hermoso arrope, ese bello acompañamiento que disolviera la cada vez mas habitual, soledad de tantas personas en medio de ltanta gente. Buena semana.





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