domingo, 4 de mayo de 2014

EL FUGAZ REENCUENTRO EN LA GASOLINERA CON NOMBRE DE PUEBLO MEXICANO DEL SEGUNDO MILENIO.

Angustias se detuvo a repostar ante el surtidor de la estación de servicio. Hacía calor y algo mas que una ligera brisa .En el paisaje sureño destacaban molinos de vientos en plena actividad. Angustias  pensó en lo difícil que era compatibilizar el bienestar humano y la protección del medio ambiente. Y meditaba sobre el tema  en aquel oasis de oro negro a donde acudía regularmente una o dos veces a la semana. Y cavilaba de esta forma mientras recibía los rayos del sol cálidamente potentes y sentía la vehemencia de lo que iba camino de convertirse en una ventolera. ¡Cuánta energía! Angustias opinaba que cualquier precio no es válido para justificar el progreso y que todo avance tecnológico habría de ir acompañado de un adelanto ético; en caso contrario, la mejoría no haría de la Historia algo creíble. Pero ya se sabe que los acontecimientos que forman parte de lo historiable desde la oficialidad, no siempre abarcan la ecuación entre artificio útil  y comportamiento humano.
Angustias daba vueltas a este asunto cuando oyó una voz que recorrió su cuerpo a lomos de un escalofrío desbocado: “¡AC!- fueron las letras que provocaron en Angustias la repuesta inmediata: ¿MC?. Los propietarios de estas iniciales se fundieron en un abrazo torpe que no tardó en volverse inteligente gracias a la memoria sensitiva que de forma espontánea guió sus cuerpos.Tras la eternidad efímera del dulce arrope,  Angustias se deshizo de la envoltura de las manos de Matías Calvario, aquel otrora joven con quien no solo compartiera coincidencia en la inicial del apellido treinta años atrás. El lugar, trasiego de prisas, distaba mucho del romanticismo compartido en espacio y horas lejanas. Pero  tal como  suele la subjetividad armar toda vivencia, la pareja de antiguos amantes, por unos breves minutos, recuperó el tiempo en el que perdieron el contacto  (que no el tiempo perdido)  e hicieron real aquello de “la vida es eterna en cinco minutos”. No hubo palabras, no podía haberlas y ellos lo sabían. (Pero esa es otra historia).Así que,fieles a una promesa arcana, se separaron una vez mas y cada cuál se fue por su lado.

Angustias, inmersa en el torrente de tórridas sensaciones, al alejarse del paraje,  devolvió con delicadeza aquel pedacito de su pasado al cofre de los tesoros en el museo de sus recuerdos preciados; tal vez lo visitara en otra ocasión, con la dulce distancia de lo que, aunque hermoso, ya no es y la firme apuesta por un presente de complicidad solidaria. Sonrió. Había optado hacía mucho tiempo por  buscar  en cada momento del día, motivos para lucir una sonrisa. Y ahora tenía uno para hacerlo cada vez que pasara por aquella gasolinera con nombre de pueblo mexicano del segundo milenio. Buena semana.


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