Angustias entabló la conversación
con el administrativo del centro
sanitario; necesitaba pedir hora para el dentista pues una muela del juicio
parecía haber perdido el tino y se
empeñaba en mortificarla día y gran parte de la noche; justo el tiempo en el
que el analgésico había dejado de hacer efecto; estaba ella con su dolor a cuestas
cuando una señora oblonga, esto es, mas larga que ancha, se abalanzó sobre el
mostrador quedando en paralelo con la figura doliente de Angustias, ya convertida
en un molar sufriente.
Angustias escrutó su pelo
encrespado, las órbitas de los ojos salientes y el rictus de la rabia recorriendo
los carnosos labios; la señora tenía hora para una cita médica a las 3 de la
tarde pero le habían llamado esa misma mañana para que acudiera a las 12’30;
así lo hizo la feliz dama pues adelantaría su compromiso médico y dispondría
del sosiego tras el almuerzo que, de mantenerse la hora inicial, sería
imposible.
Angustias dejó de sentir el
pinchazo en su boca; intentaba comprender el entuerto que se desarrollaba a su lado, pero por mas vueltas que
le daba no lograba entender lo que ocurría; la señora enervada, con quien compartía vecindad temporal en el mostrador, miraba alrededor, al
tiempo que continuaba su queja; explicaba que ella estaba en la puerta de la
consulta a las 12’15 y que ya había pasado dos horas y no había viso de que
fuera a ser atendida; la historia se complicaba porque era hipertensa y se
avistaba las nubes de un fuerte dolor de cabeza; lo que la paciente con
paciencia demandaba era conocer el porqué le habían llamado para acudir
antes, si no iba a ser atendida; el celador que intentaba tranquilizarla no
pudo responder, la señora que, al otro lado del mostrador, hablaba por
teléfono, simultáneamente desviaba la
responsabilidad hacia el médico especialista que sería el que habría conformado
la agenda…….
Angustias obtuvo su fecha para
despedirse de la pieza dental causa de su aflicción; con el papel en mano que
certificaba el principio del fin del suplicio, contempló a la mujer desesperada,
víctima de la ineptitud burocrática, que
lejos de asumir errores y enmendarlos, en la medida de lo posible, mira para
otro lado, ajeno al padecer que ha ocasionado; echó en falta la ternura y la
amabilidad en el trato del que era objeto aquella persona vestida con el igualador traje
del dolor ; comportamientos que , como bien decía Gibran Kalil Gibran, lejos de
ser signos de debilidad y desesperación son manifestaciones de fuerza y
decisión.
Angustias entendió que esa no era
su batalla pero salió del centro de especialidades con un daño añadido, de
difícil localización, cercano a la zona donde aurículas y ventrículos danzan
constantemente; y es que en cuanto a padecer toca, la humillación del indefenso
es un virus que nos contagia a poco que visitemos los yermos páramos de la
injusticia. Buena semana.
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