domingo, 14 de diciembre de 2014

DORMIR, SOÑAR…….VIVIR

Angustias se despertó descansada y tranquila. Se levantó sonriente, no sin antes recorrer entre las sábanas,  el espacio- no breve-  que aun guardaba cálido, la ausente silueta de Marcelo. Se reencontrarían al final de la tarde y este era uno de los pensamientos constructores de la felicidad de ese día, cuyo amanecer pintaba vetas color melocotón en el cielo.
Angustias había aprendido la importancia que tenía dormir bien, después de que esa acción rutinaria, durante gran parte de su vida  hubiera sido un mero trámite indispensable para continuar el ajetreo cotidiano, es decir, un lapsus entre períodos pletóricos de haceres ( a veces gratos, otras ingratos). Llevaba mas de una década en la que el momento del reposo nocturno se había convertido para ella en un rito tan  imprescindible  como lo fuera para Yasunari Kawataba a la hora de escribir   Mil grullas,  el de la ceremonia del té.
Angustias recordaba cuándo la frontera que se cruza con la caída de párpados solo suponía  embarcarse rumbo a una aventura  inquietante a través de las tierras de lo incomprensible, lo ilógico que le dejaba, al llegar  la vigilia, el incómodo sabor del desconcierto. También le venía a su mente cuándo sosegó su paso, midió su ritmo, reconoció el límite hasta dónde quería llegar y sintió, en lo mas profundo de su ser, un genuino agradecimiento por estar viva.  Este momento  serendipia hizo que sus horas de descanso, otrora ajenas (pues se sentía mas objeto que sujeto de su existencia) trocaran en un tiempo reparador en el que se sumergía, entregada, como si de un seductor baño de sales y espuma se tratara.
Angustias elaboró un glosario personalizado, pictograma onírico que le revelaba por dónde crecía la raíz de su ser y estar  (en ocasiones generadora de brotes verdes, en otras de malas hierbas). Descubrió que en la tercera parte de su vida soñaba lo que hacía realidad en los dos tercios restantes. Se divertía explorando tal  sugerente isomorfismo (entre el sueño con los ojos cerrados y su actualización con la mirada abierta), que cada noche, tras el placer o el dolor ( ya fueran en solitario o en compañía) la decostruía para renacer, ave fénix sin rastro de chamusquina, a otra jornada, de la que había tomado conciencia, siempre sería particular.

Angustias desde entonces descansaba mientras  el sueño remaba a su favor cada vez que la luna ( visible o invisible) arribaba fiel y con nocturnidad a sus costas. Buena semana.




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