domingo, 7 de diciembre de 2014

SEGUIR ADELANTE: COMPRENDER Y RITUALIZAR

Angustias disfrutaba de un exquisito plato de falafel en compañía de Marcelo en un pequeño establecimiento de la zona comercial mas populosa de su ciudad. Se tomaban un respiro en medio de una jornada de compras. Tenían que realizar obras en el cuarto de baño y aprovechaban la ocasión para renovar  piezas y accesorios del aseo que había permanecido sin alteraciones dignas de mención durante varias décadas..De hecho el deterioro irremediable del ya obsoleto sistema de cañerías propiciado por el trabajo continuo fue el detonante para que el higiénico escenario cambiara por completo de atrezzo.
Angustias deseaba incorporar algunas pinturas al lugar pero no incluía en su deseo cuadros de marinas que rara vez lograban emocionarla si bien el mar era una de sus públicas pasiones. Se decantaba por los desnudos (masculinos y femeninos) que estimaba resultaban mas acorde al santuario del cuerpo. Junto a Marcelo contemplaba el abanico de catálogos e imágenes que habían recopilado en la peregrinación gozosa por los establecimientos abiertos del lugar que esa mañana, a pesar de ser día festivo, invitaban al alegre consumo. Angustias coincidió con Marcelo en la elección de unas pequeñas láminas  de Toulouse Lautrec, Sorolla, y Degas expuestas  en una tienda de antigüedades así como en unas reproducciones hermosas de Eivar Moya.
Angustias sentía cierto pesar a la hora de transformar aquella estancia de su hogar pues formaba parte de su memoria afectiva. Pero también entendía que para construir nuevas realidades es necesario la utilización de materiales diferentes a los hasta el momento  empleados. La casa que habitaba fue una inesperada herencia que le permitió vincularse a sus raíces; en ella había gestado su creación mas valiosa, su familia,. Pero el devenir del la vida,  con su imprescindible anexo de ausencias temporales o fijas, reclamaba un asumido borrón y cuenta nueva.
Angustias era mujer de asomarse a la rutina diaria con expectación e ilusión: era su rutina favorita; en materia de cálculo se entretenía en diseñar sumas de paraísos y restar infiernos (propios y ajenos). Pensaba que  su  reciente gran descubrimiento había sido entender que ante la dificultad no basta la comprensión sino que era necesario ritualizar lo aprendido.
Retuvo el sabor a cayena de la pasta de garbanzo  especiada y se dijo que en su corazón ese momento de reorganización vital tendría para ella el aroma donde se mezclan cilantro, perejil, ajo, comino, pimienta negra y la nombrada pimienta roja o cayena. No supo si en un momento dado, el gusto excesivamente salado del trozo que masticaba se debía a un exceso de sal o al hermanamiento de la saliva con las lágrimas que celebraban una íntima ceremonia del adiós. Unos segundos mas tarde arregló el rímel que había dibujado burbujitas ennegrecidas en torno a sus ojos y con la carta de postres en las manos eligió uno que era tan refrescante, oscuro y delicioso como los ojos que desde la silla contigua le envolvían con su mirada. Buena semana


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