domingo, 8 de febrero de 2015

EL AFECTO EN EL GESTO DE LA PEQUEÑA GAMUZA


Angustias tomó su cuaderno, regalo entrañable y artesano, y escribió:
Pintaba una mañana en la que el cielo era una acuarela donde luchaban diversos matices del celeste. Hacía frío y el mar estaba revuelto. Dos amigos tomaban una café con humo que aromatizaba efímeramente la terraza. El mas moreno, Baudilio, se quejaba de que la vida parecía jugar en su contra y dudada de todos y de todo. El de la barba de dos día, Samuel, intentaba tejer con delicadeza una red sobre la que su colega pudiera caer y rebotar fortalecido. Eran casi hermanos; su amistad databa de varias décadas atrás; ambos consideraban la presencia del otro como un elemento imprescindible en su vida. Juntos habían compartido muchos momentos donde lo dulce y lo amargo se entremezclaban armoniosamente, como si de la famosa salsa china se tratara. Gustaban de compartir el hacer mas que el hablar; pero en este momento parecía que no había acción que remediara el padecer de Baudilio . Impotente ante la impotencia de su amigo, Samuel, recorrió los lugares comunes, los recuerdos entrañables, el listado de personas, situaciones y cosas que dotarían de motivación a Baudilio para reconducir su naufragio, pero no encontraba la palabra  balsámica que produjera el alivio demandado.
El tiempo anímico parecía haber secuestrado la estación estival como ocurriera en el índice del libro Tener y no tener de Heminway; y  Samuel hubiera pagado, gustoso el rescate para que volviera la luz a la mirada que al otro lado de la mesa desbordaba de tristeza.
Entre los diarios depositados por el camarero junto a las bebidas calientes, dos estuches de gafas  para leer de cerca, testificaban que el tiempo había pasado para aquellos hombres; Samuel tomó la gamuza de color naranja, limpió los cristales (recordó que de pequeño los llamaba espejitos) y paró el gesto higiénico para, acto seguido, intercambiar el pequeño tejido de microfibra con el de su compañero.
Baudilio, sorprendido, preguntó por la causa de tal acción a lo que contestó Samuel: “No te puedo dar mi forma de ver pero tal vez, mientras limpies tus  lentes con mi alfombrilla, recuerdes que aunque me sienta tan inútil como el verbo demediar, a punto de ingresar en el cementerio de las palabras moribundas, mí apuesta es porque borres de  tu vista  las telarañas que hoy te nublan; y sabes que siempre pujo por el ganador.
Cualquiera afirmaría que Baudilio parecía no oír esta muestra de afecto y no se percataría de la lágrima enjugada ante de que su presencia fuera notoria, mientras comentaba cómo el equipo de fútbol de sus amores había perdido por tercera vez en lo que iba de temporada. Y así continuaron hablando……… de fútbol.
Buena semana.




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