Angustias tomó su cuaderno,
regalo entrañable y artesano, y escribió:
Alberto no entendía cómo era
posible la amistad entre un hombre y una mujer. Aun a sus 70 años el vínculo en
el trato con las féminas se vestía irremediablemente con el atuendo de la
seducción, dosificada según la posología que estimaba adecuada en cada
situación. Era muy complicado para él abrir su corazón y entregarse a la sana
confidencia con el conocido como bello sexo. Así lo había aprendido y su vida
guardaba un cofre de relaciones a medio cocer sin haber saboreado el descanso
que surge de la complicidad nutritiva de la escucha atenta: la que alienta en el
desánimo y celebra el éxito.
Fue la vida, matusalénica maestra
que nunca se jubila, quien le dio la oportunidad de ensayar otro modo de actuar
y de tanto ensayar se produjo el estreno en el que acarició con el tacto que
solo un tipo de dulzura puede masajear. Perplejo ante este descubrimiento, que
le proporcionó un alivio insospechado descubrió La escala de los mapas de Belén
Copegui donde entendió que en fondo todo se origina en el miedo a ser amado.
Desde entonces, Alberto habita
otra estancia de la felicidad, consciente de que, con la brújula adecuada, se
puede aprender a navegar por nuevas rutas en la corriente de la vida ..... a
cualquier edad. Buena semana.
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