domingo, 15 de febrero de 2015

A CUALQUIER EDAD


Angustias tomó su cuaderno, regalo entrañable y artesano, y escribió:
Alberto no entendía cómo era posible la amistad entre un hombre y una mujer. Aun a sus 70 años el vínculo en el trato con las féminas se vestía irremediablemente con el atuendo de la seducción, dosificada según la posología que estimaba adecuada en cada situación. Era muy complicado para él abrir su corazón y entregarse a la sana confidencia con el conocido como bello sexo. Así lo había aprendido y su vida guardaba un cofre de relaciones a medio cocer sin haber saboreado el descanso que surge de la complicidad nutritiva de la escucha atenta: la que alienta en el desánimo y celebra el éxito.
Fue la vida, matusalénica maestra que nunca se jubila, quien le dio la oportunidad de ensayar otro modo de actuar y de tanto ensayar se produjo el estreno en el que acarició con el tacto que solo un tipo de dulzura puede masajear. Perplejo ante este descubrimiento, que le proporcionó un alivio insospechado descubrió La escala de los mapas de Belén Copegui donde entendió que en fondo todo se origina en el miedo a ser amado.
Desde entonces, Alberto habita otra estancia de la felicidad, consciente de que, con la brújula adecuada, se puede aprender a navegar por nuevas rutas en la corriente de la vida ..... a cualquier edad. Buena semana.




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