Dejaba atrás al raudo conejo de
Alicia, obsesionado con el fluir del tiempo. Así era su vida en aquella ciudad
que sincronizaba aglomeraciones y vacíos según el ritmo impuesto por la
adoración al dios Tener.
Cada día su cuerpo se convertía
un poquito mas en prisa hasta tal punto que apenas llegaba a asirlo. Llegó el
momento en que simplemente desapareció. Claro que nadie se percató de dicha
pérdida pues siguió viviendo su vida normal: se levantaba, iba a trabajar,
volvía a casa, hablaba a su familia, dormía con su pareja, …… pero su rostro ya
no le pertenecía; bajo la máscara de la rutina se abría paso un hueco por el
que se colaba la ventolera del sinsentido. A fuerza de costumbre se desentendió
de su futuro y delegó el porvenir en píldoras y otros entretenimientos que le
anestesiaban el vacío.
Un día salió el sol después de
una intensa e inesperada lluvia y la
careta quedó empapada hasta caer por el tobogán de la mueca. La luz entró en
aquel hueco sin estancias en las que morar. Y con el fulgor llegó el calor, ese
que ralentiza el paso, prolonga el goce, demora el tiempo en una danza
eternamente sensual y juega con el miedo al pilla pilla hasta que el susto de
puro cansancio finalmente se rinda.
No hubo ningún suceso especial
digno de ser registrado; ninguna enfermedad terrible tomó asiento en alguno de
sus órganos; tampoco la Parca le dejó huérfano de afecto cercano; no menguó su
capital…….. Solo ocurrió que un día salió el sol después de una intensa e
inesperada lluvia. Y a partir de ahí …. respiró la vida y se reconoció en su gesto. Buena semana.
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