domingo, 6 de septiembre de 2015

MANOS FORNIDAS, SÓLIDA BARANDILLA Y BRAZOS SOLIDARIOS

Nazaria subía lentamente los peldaños de la escalera apoyada en el barandal y en Camila, la persona que la cuidaba desde hacía años.
Tenía Nazaria las piernas hinchadas por la retención de líquidos, aunque ella era abstemia; cada paso que daba era una medalla de oro pues los doce escalones que la separaban del dormitorio necesitaban de un cuarto de hora para ser recorridos.
Nazaria tenía fuertes manos con las que asirse a un sólido pasamanos y además le acompañaban unos brazos solidarios que le hacían habitar en la confianza mas genuina.
Nazaria, ya en su cama, recuerda las noticias del día entre las que se fija en su mente la imagen de una marea humana huyendo de la guerra que jalona las fronteras de la paz. Paradójicamente son  los afortunados porque miles quedaron en el camino o en el mar.
Nazaria se acurruca, arropada por unas sábanas de franela que calientan su corazón. Piensa en las personas que, como ella, dependen de otra para vivir. No en sentido metafórico sino literal. Y vuelve a visionar, como si de una película de terror se tratara, la mirada inerte de quienes no tienen unas manos fornidas, un suelo que pisar, una baranda que abrazar o unos brazos que hablan el idioma del amor.

Piensa que aunque  esta puede ser su última noche , sería una despedida envuelta en el sudario de la dignidad. Se siente tristemente privilegiada en un mundo en el que millones de seres forman una amalgama difusa, sin rostro, sin voz, sin cuerpo y  que solo pretende ejercer el derecho de vivir en paz. Buena semana





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