domingo, 21 de febrero de 2016

MARA UMBERTA, SORONDA


Mara Umberta encontró, por casualidad, la definición de la entrada sorondo, en el diccionario. Tras echar un vistazo, la leyó en voz alta casi deletreando cada palabra: “aplícase a los frutos tardíos” - recitó.
Mientras pronunciaba la s final su mirada parecía contemplarse en un espejo, no de cristal, sino en un azogue lingüístico; y con la emoción genuina que brota del encuentro con el descubrimiento largamente anhelado, expresó, también en voz alta, su particular Eureka:”Yo soy soronda”. Y lo que hasta ese momento solo había sido una intuición trocó en certeza.
Mara Umberta fue la última de una familia numerosa cuya llegada generó mas desconcierto que alegría pues su hermano más cercano le llevaba siete años. Desde pequeña había tenido la impresión de que necesitaba más tiempo para realizar cualquier tarea que el resto de sus iguales, familiares o amigos. Incluso su cuerpo tardó en desarrollar toda su voluptuosidad pasada la veintena, transitando la adolescencia en modo sempiterna seminiña.
Mara Umberta se acostumbró a ir a la zaga. Terminó por no preocuparse por llegar la primera, consciente de que su ritmo se regía por leyes ralentizadas .A base de repetición ella vivía en cámara lenta, llegando tarde a donde se suponía que debía arribar según la clasificación de las  , etapas evolutivas pergeñadas por las mentes entendidas.
Mara Umberta tardó en conocer su ritmo, aceptarlo, disfrutarlo y considerarlo como un aliado. En un mundo donde todo era para ayer, ella seleccionó, diseccionó y se posicionó a favor de lo que su lento ambular le indicaba como importante, fuera urente o no.
Mara Umberta de vuelta al vocablo que la definió, recordaba cuando de joven el cartero que la rondaba le trajo un telegrama citándola a la salida de la iglesia dos días más tarde. Con ternura rememoraba su ingenuidad cuando tras recibir la nota, su madre, analfabeta, le exigió que se la leyera; y ella, soronda total, leyó hilo por pabilo, sin creatividad alguna. Finalmente se acordaba de que dos días después, fue a misa en otra iglesia, distante de la habitual, acompañada de su avispada madre.

Mara Umberta acumulaba anécdotas de este tipo sin enojo, miedo o tristeza. Percibía que las cosas ocurrían con demasiada celeridad y ella no estaba por montarse en ninguna montaña rusa. Cuando conoció estas siete letras unidas encontró un traje a su medida y a partir de ahí saboreó el valor extraordinario que tiene ser una  fruta de fuera de temporada. Buena semana.

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