Elías hundió la cuchara sobre la porción, más bien generosa, de esponjosa
tarta, que sería el colofón adecuado a un almuerzo entrañable. Se trataba de un pastel de zanahoria bañado con dulce de leche. Dulzura que no empalagaba. Era artesano. Estaba delicioso.
Cuando el camarero le trajo el postre, Elías lo tomó
sigiloso y alzándolo ligeramente practicó un curioso ritual que un amigo de la
infancia le contara en un encuentro reciente; consistía en abrazar, acariciar
las cosas con las que entraba en contacto y sentir su efecto, agradable o
no, en su cuerpo. Tras este acercamiento táctil Elías se entregaba con tan
buena predisposición que la sonrisa saltaba en cada una de sus palabras.
Justo cuando quedaba un trozo
pequeño se produjo una sucesión de movimientos torpes que acabaron con la
cucharilla en el suelo. Despiste, falta de atención, el viento del comienzo de
la tarde invernal….el caso es que en ese instante Elías recordó su quincuagésimo
primer cumpleaños. Se disponía a encender las dos velas con forma de dígitos
cuando de manera inesperada e incomprensible el cinco rodó por la tarta hasta
acabar en un lateral de la festiva mesa. El primer impulso fue restituirlo a su
lugar, supuestamente natural. Sin embargo, su mano se detuvo al tiempo que su
mente establecía una curiosas conexión entre el número caído y el que mantenía
su posición. Militante del optimismo heterodoxo - como él se definía –
interpretó dicha casualidad como señal
de una nueva oportunidad para reinventarse; y optó por festejar, a partir de
ese momento, cada onomástica como si iniciara
una nueva vida, empeñándose en disfrutar de cada año con los ojos de la infancia. Se dijo que sería algo así
como su post meridiem vital
Transcurridas once celebraciones desde
entonces, Elías se acercaba con temor y
deseo a dar la bienvenida a su segunda pubertad. Sin rubor alguno, tomó con los
dedos el confite con sabor a ambrosía y
después rebañó el plato sin más ayuda que un diligente, como siempre, dedo corazón.
Buena semana
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario