sábado, 16 de abril de 2016

GREGORIO, INSECTO HEMIMETÁBOLO

  Gregorio no era viajante de comercio; regentaba un hostal en una ciudad con mar. Tampoco se apellidaba Samsa; su apellido, de origen español, se remontaba al siglo XV y podría traducirse como “hijo de Hernán o de Hernando.
 Gregorio era una persona pulcra; daba igual la hora del día o de la noche que fuera porque nunca lucía despeinado, con la ropa arrugada o el gesto descuidado. Para él, la imagen era tan importante que con el andar del tiempo llegó a confundirse con ella. Siempre que  se le ponía a tiro un espejo, escaparate o azogue generoso, el rabillo del ojo ansiaba encontrar el reflejo de lo perfecto en el otro lado del mirar.
Gregorio siempre estaba ocupado. Hombre de grandes responsabilidades iniciaba el día con una concienzuda puesta a punto higiénica, estética y algo tétrica. Mantenía una distancia con el mundo que consideraba saludable para evitar contaminarse con la maldad que atisbaba en cada guiño, en toda mueca cazada al vuelo (alto o rasante) o  en el semblante que mudaba de color o expresión en consonancia con los acontecimientos cotidianos.
Gregorio estimaba que era de mal gusto mostrarse con sus luces y sus sombras  y a base de ocultarse llegó un momento en el que se perdió. De pronto se encontró ante una pared blanca, ligeramente desconchada y con una intensa necesidad de escalarla. Paulatinamente, se encerró en sí mismo y las fragancias apetecibles se convirtieron en aquellas que olían a putrefacción y rancia nostalgia. Incluso  su amor a la rutina devino en una suerte de azar donde primaba la aventura, el andar errante por un empinado y agrietado tabique. El lenguaje perdió su formalismo y se hermanó con lo gutural. No precisaba de fonemas ordenados para expresarse.
Gregorio no volvió a la trinchera desde la que la vida parecía tener sentido mientras recibía huéspedes, ávidos de dormir en una cama ajena y de respirar un aire foráneo. Simplemente cierto día no acudió a su puesto de trabajo y a partir de entonces, se retiró  a su habitación de por vida.
Gregorio tenía familia. Su mujer e hijos en un principio se preocuparon por el cambio tan imprevisto como incomprensible que experimentaba el hasta entonces llamado cabeza de familia. Meses más tarde quedó integrada la nueva situación con el refrendo de un diagnóstico médico.

Gregorio tuvo entonces la coartada para formar parte de la ingente población de 4500 especies de  insectos hemimetábolos ,de alas cortas y corto vuelo, solo aspiraba a recorrer una y otra vez los límites de esa estancia interior en  la que voluntariamente había decidido recluirse. ¡Quién sabe si con el paso del tiempo se metamorfosearía en libre, efímera y bella mariposa aunque para ello hubiera de ejercer durante una temporada de capullo!. Buena semana.

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