domingo, 12 de junio de 2016

EL ACANTILADO DE LA SUPLENCIA

Guacimara y Ruyman se aman. Es una curiosa coincidencia que el vínculo que les une se asemeje al de sus homónimos guanches allá por el siglo XV.
Guacimara, no obstante, confía en que su querer no tenga que sortear las dificultades tan dramáticas de sus antepasados. Si bien es verdad que es una mujer de carácter, no está dispuesta a tirarse por ningún acantilado, literal o metafórico. Le gusta su nombre, le parece hermoso, sonoro y acogedor como una cómoda cuna. Le agrada el dulce equilibrio entre las vocales cerradas y la primera vocal del alfabeto; a veces su nombre mengua (según la familiaridad de quién lo pronuncie) y deviene en un Guaci que suena a Casi.
Guacimara, en múltiples ocasiones, se siente así: habitando un estado de casi vida, un estado de suplencia vital. Considera que el baipás (baypass) emocional que instala en su sentir  termina por resultar obsoleto y retornan las situaciones añejas no resueltas demandando una solución que les permitan iniciar un viaje sin retorno. Entonces ella siente que no es dueña de su pensar, sentir, hacer. Es el momento en el que  vive desde el banquillo, sin titularidad. Y es cuando se prepara un menú cuyo plato estrella es un contundente revuelto de destino y azar.
Guacimara aprende a medir el tiempo con una vara personalizada, tuneada con los colores del por qué y del para qué. A base de entrenarse, comprende que en muchos aspectos , se habita en la suplencia, ese colchón que asegura la continuidad de la acción, el plan B que resuelve el entuerto que corresponda, ya sea  de necesidades, intereses o deseos.
Guacimara está a punto de tener la menstruación. Sabe que por esta razón es el momento de pensar en todo lo que ya no necesita para su andadura, de trasmutar lo perdido en gratitud por haberse vivido.
Guacimara, en días como estos, conduce hacia los riscos donde rompe el mar del norte. Una vez allí lanza piedras al océano con las que se desembaraza de lo que, en vez de sumar, se ha convertido en resta que lastra.
Guacimara, más ligera tras dejar atrás el peso de las ataduras retorna al hogar dispuesta a construir un nuevo itinerario en el mapa de sus días. Es sabedora de que, cuatro lunas más tarde, habrá un acantilado esperando por el que tirará sin tirarse. Buena semana.







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