domingo, 7 de agosto de 2016

¡ES QUE PIENSO TANTO!


Dácil colocó las chocolatinas junto a la caja registradora formando una  colina dulce. Llamó a una compañera para que le fuera a buscar un gel de baño solicitado por un cliente  que, tras replanteárselo unos minutos, había decidido cambiar el cogido inicialmente. No obstante, el ladeo de la cabeza, los labios ligeramente presionados y el ceño fruncido indicaban que la decisión navegaba por las costas pantanosas de la duda.
Dácil, pasado un tiempo prudencial, le propuso al mismo usuario del establecimiento que  fuera a buscar el producto, dado que era hora punta y las empleadas no daban abasto. El señor anduvo los pasillos laberínticos del hiper y regresó con la mercancía en la mano enarbolándola como bandera triunfal.
Dácil se dispuso a pasar por el lector digital el código de barras del artículo pero la etiqueta estaba estropeada, siendo imposible su lectura. Vuelta otra vez a buscar a la encargada para que le facilitara el código deseado. Y nuevamente el barullo impidió su localización.
Dácil miró las chocolatinas que se le antojaban como agua en el desierto. A continuación desvió la vista hacia la cola que se iba formando como oruga de segmentos desiguales aumentando en longitud e impaciencia. Por fin, el cliente, protagonista indeciso, suspiró aliviado cuando Dácil le indicó el precio total de la compra una vez que accediera a descifrar la enigmática combinación de cifras y letras gracias a la ayuda de la responsable del comercio. Mientras guardaba el preciado objeto de deseo junto con el resto de la compra y  entregaba el importe de la misma, el señor, rubio, de pelo lacio con los ojos ansiosos mirando a diestra y siniestra, murmuraba “Es que pienso tanto,…quiero estar seguro…..porque soy tan inseguro…..no quiero equivocarme…. ya me he equivocado tantas veces...”. Y con paso dubitativo pero manteniendo el equilibrio gracias a  las dos bolsas llenas que sostenían ambas manos, semejantes a los platillos de una balanza, salió del supermercado dejando tras de sí una estela  de interrogantes, una fila nerviosa presta al rápido avance que supondría su aniquilación y a Dácil que al tiempo que engullía una deliciosa barrita de chocolate negro, reiniciaba el trabajo maravillada ante el variopinto paisaje humano divisado diariamente desde su atalaya de cajera. Buena semana.






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