domingo, 14 de agosto de 2016

¡UNIVERSO PARALELO!

Bentejui patinaba entretenido mientras recorría las calles que separaban su casa del parque dedicado a la paz, auténtico pulmón de la ciudad. Le gustaba contemplar el paisaje urbano mientras a ritmo constante, sin prisas pero sin pausas, sus ojos se deslizaban por los rincones de la ciudad en una mirada efímera que apenas se posaba, levantaba el vuelo.
Bentejui era proclive a las causas perdidas que a menudo  encontraba  a su paso. No se rendía fácilmente y entendía que la caída era el indicio de que habría que levantarse. Esa era la vida para él. No la calibraba por el éxito o el fracaso, pues había aprendido que ambos son aparentes aunque a menudo se presenten con el envoltorio de la objetividad y los lazos del espurio dulzor o amargor.
Bentejui llevaba en su mochila un sabroso bocadillo de chorizo de Teror al que pensaba hincar el diente en cuanto llegara a su meta y se sentara a la sombra de su acebuche preferido. Y después unos buenos buches de Cliper de fresa.
Bentejui no entendía cómo los gestores de lo público y el público aunque no gestionara parecieran hacer oídos sordos a las barreras arquitectónicas que a cada paso se encontraba en las calles que frecuentaba. Desde que adquirió la costumbre de utilizar los patines como medio de transporte preferente tuvo consciencia de los desniveles que, como en otros ámbitos de la vida, se daban en el entramado de carreteras y aceras. Y entonces, observó.
Bentejui contempló un mundo de sillas de ruedas, cochitos de bebés, andadores, muletas cuyos usuarios parecían militar en una segunda o tercera división en cuanto a los derechos civiles se refiere. Hay que aclarar que algún que otro tropezón aceleró esta toma de consciencia. Así fue como accedió a un universo paralelo al considerado oficial. Comprendió que la legalidad, si bien reporta numerosas ventajas, no abarca la realidad en su totalidad y desde entonces mantuvo una duda razonable sobre toda justificación basada exclusivamente en lo legal. Pensaba también que se imponía una ampliación de los márgenes que delimitaban el terreno de la legislación y tras mucho cavilar concluyó que solo sería posible cuando quienes consensuaran la normativa a seguir por la ciudadanía, definieran como el bien común aquel que incluyera el bienestar de la población, en la práctica, invalidada políticamente; y que impidiera el auténtico patinazo que supondría habitar un hostil universo paralelo.  Buena semana.





No hay comentarios:

Publicar un comentario