domingo, 2 de julio de 2017

ANº 207 CERRAR LA HERIDA…NO CERRAR LOS OJOS



Aurora concentró su atención en la respiración. No resultaba sencillo pues el calor que exhalaba la luz de las lámparas del techo iluminando el quirófano, distraía su intento de fijar la mente en la inspiración prolongada que la cirujana le aconsejara, a fin de que el pinchazo de anestesia fuera lo menos doloroso posible.
Aurora recurrió a la disciplina interiorizada en la práctica deportiva y sincronizó la entrada del aire con la del líquido adormecedor. Se iniciaba la operación de párpados. Mantuvo en las dos horas siguientes, la posición decúbito supino, agudizados el oído y el olfato, para descifrar cuanto acontecía en aquel espacio transformador.
Aurora comprendía las indicaciones del personal sanitario mientras el dedo corazón quedaba atrapado en una pinza, el brazo derecho era engullido y regurgitado por una especie de oruga acolchada de respiración compulsiva y la pierna izquierda alojaba una banda gélida y gelatinosa. Así eran controladas sus constantes y sus variables.
Aurora se repuso de la intervención quirúrgica según el plazo previsto y, semanas después, se encontraba en un entorno rural, plácido, rodeado de montañas, disfrutando de unos días de asueto.
Aurora parpadeó regocijándose de que la reciente operación no dejara huella externa. Sonrió al recordar la letra de una canción, popular décadas atrás, en la que el lúcido autor proponía “ cerrar la herida y no cerrar los ojos”. Jugó con la ortografía y trocando la consonante inicial del verbo, abrazó la creatividad diciéndose que en la vida hay experiencias que, al devenir en heridas, era saludable cerrar y otras, serrar (fueran o no, maderitas de san Juan) y confeccionó una improvisada lista de ambas. Tenía constancia de que en caso contrario, el desenlace no guardaría misterio alguno: infección y extensión de la misma.
Aurora respiraba el aire fresco de la tarde que junto al cielo azul anunciaban un crepúsculo remolón y maquillado con tonalidades púrpura y anaranjada. Se dijo que, herida más o herida menos, lo importante era no cerrar los ojos, los del rostro y los de la comprensión, que permiten reconocer tanto en la cicatriz casi imperceptible como en la visible a simple vista, el vestigio de un aprendizaje importante; algo así como la certificación rigurosa de la competencia esencial.
Aurora se experimentó como microscopio potente y se empeñó en descifrar muescas y costurones otrora momentos dolorosos que con el tiempo, alumbraron momentos gozosos. Y lo hizo de cerca y con los ojos abiertos. Satisfecha, sonrió. Buena semana.

AGGNNN

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