Angustias
recorría el mercadillo de los sábados que además de los habituales puestos
alimenticios, ofrecía un catálogo variopinto comercial que incluía, entre
otros, ropas, herramientas e incluso pequeños animalillos; precisamente
Angustias se detuvo ante una pecera mediana y rectangular donde un grupo de tortugas
diminutas alternaban la natación con estancias en un solarium con forma de isla
(palmera incluida).Centrando la atención en dichos ejemplares, un señor
comentaba con su esposa que estaría bien regalarle a su hijo uno de esos
animalillos acuático-terrestres pues estaba convencido de que no aguantaría mas de
una quincena; parecía ser que el niño se puso muy pesado a la hora de exigir una
mascota y entre todas las posibles, se había decantado por una tortuga; por
supuesto el pequeño prometía cuidarla en todo momento; los padres, eran conscientes de que
era una promesa infantil ( a lo sumo adolescente) por lo que el transcurrir del
tiempo despojaría de ilusión y consistencia lo que solo había sido un capricho,
un encandilamiento; y serían ellos, finalmente, quiénes como adultos responsables
habrían de hacerse cargo del nuevo miembro de la familia; de ahí la opción por esta adquisición que estimaban de corto recorrido.
Angustias
se sonrió ante este razonamiento pues se asemejaba al que Luis (su primer
marido) y ella habían realizado cuando su hijo Javier se empeñó en la compra de un quelonio, entusiasmado tras un documental visionado en el
cole. La pareja accedió al deseo del retoño, convencida de su efímera
existencia. Así se incorporó Truchona a la vida de la familia y así llevaba
como miembro honorífico veinte años. Entre tanto, Javier se había casado y cambiado de residencia mientras Truchona permanecía en el hogar de su infancia.
Angustias
se dijo que a veces pensamos que una
persona o una situación nos acompañará para el resto de nuestra vida y en un
segundo se convierte en eterna ausencia; y que en otras ocasiones, lo que en
principio aventuramos como pasajero, termina por acompañarnos como una segunda
piel durante un largo trayecto; en ambas circunstancia decisión y azar equilibraban sus poderes.
Angustias
compró cinco anastasias, flores elegantes y discretas y cavilaba sobre las
palabras de Harry Quebert al aconsejar a su discípulo y algo mas, Marcus
Goodman, que la sorpresa tendría que ser la figura estrella en toda trama literaria; se preguntaba
Angustias si también lo debería sería en toda trama humana y quedose intrigada
ante cuál sería el próximo tapete vital donde casualidades y causalidades jugaran
su siguiente partida. Buena semana.
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