domingo, 15 de junio de 2014

PUZZLES: ROMPECABEZAS QUE TAMBIÉN SON ARREGLACORAZONES

Angustias se entretuvo mas de lo necesario en poner la última pieza de las 1500 que componían el puzzle que ella y Marcelo habían reconstruido; era un momento casi sagrado pues significaba el término de una tarea larga, aunque placentera; acostumbraba la pareja a implicarse en el empeño de sentarse delante de una mesa ex profeso, dispuesta a invertir espacio y tiempo, soledad y colaboración, silencio y palabra, impotencia y poder, mientras unas pequeñas fichas irregulares iban encontrando su acomodo guiadas por cuatro manos de hábiles dedos.
Angustias tenía un método: empezaba por buscar las figuras que conformaban los límites dentro de los cuales se ubicarían los detalles que, de forma aislada, no tenían sentido; pero que gracias a los bordes establecidos contribuirían a la creación de la imagen buscada con tenacidad. La tarea empezaba en marzo, con la primavera y dependía del devenir vital que abarcara verano, otoño e invierno: no le importaba, pues la obra en construcción debía ser sólida, para dar albergue a las enseñanzas que las emociones le proporcionaban; y sostenible, para que aprovechando el viento de los cambios, soplara a su favor.
Angustias observó el comecocos tridimensional que mostraba una playa al amanecer, con la marea baja, la huella del salitre como bigote canoso sobre la arena aun empapada y los amarillos y naranjas pintando el cielo casi oscuro, con trazos caprichosos y esperanzadores. Había sido un regalo de Nataliya, su amiga ucraniana a la que tanto apreciaba por la alegría con la que vencía los avatares cotidianos.
Angustias y Marcelo edificaban un puzzle al año;  después lo enmarcaban y durante cuatro estaciones pasaba a formar parte de la decoración del hogar; transcurrido este plazo, lo regalaban a familiares, amistades o gente desconocida para que acompañara, cual mudo testigo, el andar de otras existencias.
Angustias pensó que el valor de lo armado con tantas figurillas desiguales era que todas terminaban por encajar; cada pedazo con sus salientes y entrantes se conectaba de forma armoniosa con su alrededor; no solo  ninguno sobraba sino que, todos eran imprescindibles para el éxito final.

Angustias acarició la postrera ficha, esbozó una sonrisa y anticipándose a la secuencia enmarcado-exposición-cambio de domicilio, agradeció una vez mas tener una vida en la que ella también era parte de múltiples entramados, variando su posición; a veces ocupaba un puesto lateral, otras, esquinada, central, inferior o superior; estaba segura de que mientras hubiera oportunidad para la congelación del instante en el que habitaría temporalmente, se adiestraría en el arte de  la flexibilidad de la caña ante los embates del tiempo; reconocer que todos tenemos objetos que se esconden bajo el sofá (como hábilmente escribe Eloy Moreno) es aceptar que integramos múltiples realidades donde mentiras y verdades, secretos y evidencias, fracasos y triunfos, diseñan los mas variopintos rompecabezas que también son,  arreglacorazones. Buena semana.


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