domingo, 22 de junio de 2014

QUÉ SERENA ES USTED PARA BAILAR / SI PARA TODO ES TAN SERENA / ¡VAYA UNA SERENIDAD!

Angustias repasaba la lista de la compra que había elaborado Marcelo; la pareja se turnaba el registro de lo que se necesitaba y su reposición en el hogar; esta semana, ella era la encargada y por esto, estaba  en la tienda   sopesando la posibilidad de llevarse una nueva marca de remolacha roja; Angustias la  consideraba un producto exótico dotado de un mágico poder: teñir cualquier plato como si de un pigmento divino sobre tela nívea se tratara; se había acercado a este potente revitalizador en una lejana época, en la que Angustias echó mano de sus reservas energéticas, olvidando renovarlas; rozó peligrosamente el nivel mínimo de hierro por lo que hubo de cambiar hábitos alimenticios además de ingerir unas pequeñas botellitas de un líquido férreo que dejaba un rastro de esperanza verdosa y sanadora.
Angustias en ese momento en que la salud se volvió frágil, se aficionó a la remolacha roja que, a partir de entonces, fijó residencia en un estante de su despensa; y con el recuerdo granate del alimento le vino el del placer de la amistad concretándose en la invitación a cenar de Nataliya, con quien coincidiera en el trabajo durante una temporada; también les unía el deleite que produce la  gastronomía.
Angustias probó una fría noche de diciembre  una sopa a base de la hortaliza energética y repollo , que su anfitriona llamaba borsch, acompañada de las pampuschcas, esos panecillos calentitos, sin relleno y cubiertos con la salsa de ajo. Angustias recordaba que la sapidez del repollo y el regusto del ajo impregnaron intensamente su paladar y que al preguntar a su amiga  la fórmula  para resistir tan extraño regustillo, su discreta colega, con la mirada marrón donde la calma hizo hogar, le respondió que era una cuestión de” querer querer  “otra cultura, de voluntad de aprender, de inventar nuevas rutinas hasta que  termine por convertirse casi en una predisposición biológica.
Angustias no era de las de coquetear con lo agrio pero tomó nota de la receta que le instaba al cultivo de la tranquilidad, a la gradación en el cambio, al baile pausado con el que acompañar las distintas bandas sonoras de su vida; recuperando el viejo refrán de su niñez que proclamaba:
“Señorita,  qué serena es usted para bailar,
 si para todo es tan serena
¡vaya una serenidad!”

Angustias se dijo que realmente todo lo valioso que poseía había sido consecuencia de bañar en el almíbar de la placidez los bocados – especialmente los amargos – ofrecidos por la vida en las, solo en apariencia gratuitas, degustaciones cotidianas. Buena semana.


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