domingo, 1 de junio de 2014

NO SOY UNA PERSONA CHISMOSA; SOLO ANALIZO CON PROFUNDIDAD LOS ERRORES ..... DE LOS DEMÁS.


Angustias se dispuso a comprar en el supermercado las costillas saladas de cerdo que, junto con las papas sancochadas, las piñas guisadas y el mojo de cilantro conformarían el menú del día siguiente, no laborable por ser fiesta local. Tardó cerca de dos horas porque había olvidado que principiaba el mes y por esto afluía  al establecimiento  alimenticio, el reguero de familias en busca del mensual avituallamiento.
Angustias esperaba con calma, delante del mostrador de la carnicería  pues restaban 30 números hasta llegar al 88, cifra que marcaba el momento de su turno; desarrollando la paciencia que es la madre (biológica o adoptiva) de la ciencia, paseó su vista por las piezas de carne expuestas tras una vitrina transparente; había mucha gente expectante y  cada cual pasaba el rato  como podía, a solas o en compañía, haciendo fuerzas para el avance de  la ronda del reloj; ella aguardaba al lado de una pareja de jóvenes que preparaba un asadero para celebrar el cumpleaños del chico.
Angustias se enteró – como el resto de la concurrencia reunida en torno al expositor reconvertido en objeto de veneración por parte de  la alta y baja cocina – de las palabras que intercambiaban los amigos; pronto  se encontró inmersa en las peripecias vitales de aquellos jóvenes que, tras repasar el listado de los que acudirían a la chuletada, dieron en enjuiciar apariencia, carácter y comportamiento de cada uno de los invitados al festín; el caso es que no quedó títere con cabeza: a quien no le sobraba desparpajo, le faltaba sentido del humor; quien no se pasaba con el maquillaje, necesitaba con urgencia asesoramiento estético; tales eran las sentencias de estos letrados de  tres al cuarto; mientras escuchaba, Angustias se fijó que la chica parlante estrujaba el número de espera, ejecutando con los dedos una coreografía mareante que terminó por reducir los dígitos anhelados  a un amasijo de papel, tinta y sudor.
Angustias se encontraba incómoda ante su involuntaria intromisión en el universo amistoso de los muchachos; le producía especial desagrado la quema pública dialéctica de personas ausentes, a la que asistía como obligada espectadora; se maravillaba del volumen de voz sin complejos que, por encima del hilo musical que sonaba  con ritmo de salsa, catalizaba lo que ella consideraba parte de la naturaleza humana: el lado “bicho” que dificultaba exilar las palabras paridas desde la mediocridad, la ignorancia o la crueldad; recordó “Las cenizas de Bagdad” del escritor Antonio Lozano y el empeño constante del protagonista,  Walid, por mantener la fe en la bondad humana (sea natural o adoptada) a pesar de los avatares fatídicos que hubo de padecer.

Angustias, al tiempo que los adolescentes continuaban su charla, recibía su pedido de manos de un exhausto carnicero; al alejarse hacia la caja de salida, aun le acompañaron retazos del diálogo juvenil en el que la chica diciendo que se conocía a sí misma  pero en realidad mostrando su gran pericia para racionalizar, que no  razonar, expresaba: “mira, yo no soy chismosa, solo  soy observadora en profundidad de los defectos …. de los demás”. Angustias se dijo que cada cual entretiene el tiempo como puede y que a falta de una vida propia interesante, siempre quedará el repaso destructivo de la vida ajena. Buena semana.


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