domingo, 5 de octubre de 2014

EL ENTENDIMIENTO QUE ARDILA ANVERSO Y REVERSO, CONSENSO Y DISENSO, AYER Y MAÑANA EN UN LÚCIDO PRESENTE.

Angustias compraba en un mercado colorido y multicultural. El reclamo cromático de frutas, verduras, flores  la envolvía en un cálido manto entrañable. Era otoño pero la estación andaba extraviada y no había viso de que arribara en breve; por lo que aun era posible disfrutar del nutritivo calorcillo. Tras concluir el recorrido previsto, decidió tomar algo en uno de las pequeñas terrazas que bordeaban el lugar.
Angustias escuchó una sintonía  originada en un sencillo puesto donde discos de vinilo y  casetes convivían con otras criaturas  propias del antiguo régimen tecnológico. Era el reino de lo desfasado pero paradójicamente, también el de la nostalgia. Gestionaba el evocador negocio un DJ atemporal que combinaba canciones actuales con melodías de ayer y de siempre. En el momento en que Angustias disfrutaba de un vino tinto acompañado de aceitunas aliñadas, el aire reprodujo la poesía sonora de un grupo con nombre de calle maldita que había popularizado aquello de
“ ya nadie sabe ser feliz
 a costa del despojo
gracias  a ti y a tus ojos”
Angustias, embelesada, notó que la pierna derecha se le había dormido, debido a que, distraída, la había cruzado en una  singular posición. Pasaron unos minutos hasta que pudo recuperar su movilidad natural que bastaron para que Angustias reconociera la importancia que tiene el buen funcionamiento del cuerpo, de normal automático y anónimo. Y cómo , a veces, la inconsciencia que a veces acarrea el bienestar hace pasar desapercibida la grandeza del servicio que nos presta de forma tan discreta y humilde. Como ocurre con el trabajo bien hecho pero no reconocido.

Angustias masticó un trozo  de ajo adherido a una sabrosa aceituna, al tiempo que el tono del hilo musical variaba contando a ritmo de bachata la historia de dos amigas aventureras que iniciaban la ruta hacia Doñana y acababan en Itálica por la SE30. Ante la ligereza de los sonidos, Angustias sonrió. Una vez recuperado el dominio de la ahora en vigilia y a temperatura normal, extremidad inferior, recapacitó sobre la inmensa fortuna con la que contaba pues desconocía el frío paralizante de la hipotensión (física o emocional), cotidiana y siniestra realidad para millones de personas y que era  consecuencia directa del mal pensar, peor hacer y pésimo sentir de algunos de sus poderosos congéneres. También festejaba la posesión de otro tipo de calor, esta vez luminoso, que le proporcionaba entendimiento para ardilar anverso y reverso, consenso y disenso, ayer y mañana, en un lúcido presente. En estas estaba cuando llegó Marcelo y  la doble calidez fue compartida, envuelta, en esta ocasión, en exóticas notas allende los mares. Buena semana.


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