Angustias pasaba las páginas de
un libro cuyo título “Arte de la A a la Z” anunciaba la presentación de los
mejores y mas famosos artistas del mundo. Era una obra de un valor entrañable
pues había sido regalo de un artista, con quien había compartido unos meses
de trabajo y una relación de amistad.
Angustias leyó la dedicatoria que
el estimado pintor le escribiera en la
primera página de la pietra enciclopedia y como siempre se emocionó; no solo por las frases hermosas sino por el hecho de
que aquel ejemplar perteneciera a la biblioteca de su amigo, quien, generoso, se
lo brindara como obsequio. Ante tanta
creatividad entre sus dedos, sintió el placer que trasciende el momento actual
y transporta hacia el reino de la plenitud donde la única dimensión reconocida
es la del sentir, ausente de espacio y tiempo.
Angustias desarrolló desde
pequeña una especial sensibilidad hacia todo lo que otorgara la posibilidad de
abrir un postigo de salida a la rutina gris o a la realidad en versión siniestra. Por eso
amaba el arte. Simbolizaba para ella la divinidad, entendida como creación, de
la que nacían universos complejos. En su Olimpo artístico tenía cabida
cualquiera que se empeñase en construir, inventar un mundo mejor con los
materiales de la imaginación. Cuando leía un texto y su corazón quedaba
atenazado por la dolorosa belleza de sus imágenes, tal como ocurriera con Memoria
de una isla sin memoria de Agustín
Carlos Barruz, entendía que solo el arte nos salva de la mezquindad humana:
aquella que lleva a la autodestrucción o al aniquilamiento del otro.
Angustias opinaba que el pugilato
entre Eros y Tánatos (Vida y Muerte) era la letra reincidente encarcelada en
las celdas de las canciones, cuadros, esculturas, edificios, novelas, poesía,
estilismos; en definitiva, en el ardiente tálamo compartido de placeres y dolores.
Angustias contempló el cielo
otoñal, masticó una castaña tempranera, sorbió un buche de mosto fresco y
siguió contemplando el recuento estético, ordenado alfabéticamente., mientras la radio transmitía cómo se hacía visible varios casos de una epidemia que
hasta el momento se vestían con el ropaje
fantasmal de la trransparencia perversa, la invisibilidad, al
afectar solo al continente color ala de cuervo; también se actualizaba el
número de víctimas civiles ( las otras ya no eran noticias, gajes del oficio)
de contiendas lejanas cuyos orígenes se perdían en la pesadilla de los tiempos.;
asimismo se cuestionaba el éxito de la reinserción social de los violadores,
aportándose cifras y letras como argumentos válidos para sostener una duda
razonable.
Angustias detuvo su mirada ante La
corriente en el golfo de Homer Winslow y sintió como si
estuviera inmersa, en férrea pugna, ocupando el espacio de la frágil barca, en ese mar embravecido y aturquesado, rodeada de tiburones
hambrientos. Experimentó, como el autor del óleo, la lucha del hombre contra las fuerzas oscuras
de la naturaleza.- Y contra las fuerzas tenebrosas humanas –se dijo. Las
noticias continuaban en su retahíla desbrozando el agreste campo de la
utilización fraudulenta de tarjetas de crédito por parte de cargos político.
Angustias se dijo que sin el arte
que enuncia y denuncia nuestro tiempo quedaría sin memoria. Y ya se sabe que lo
que se olvida ….. se repite. Buena semana.
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