domingo, 12 de octubre de 2014

Y YA SE SABE QUE LO QUE SE OLVIDA … SE REPITE

    
Angustias pasaba las páginas de un libro cuyo título “Arte de la A a la Z” anunciaba la presentación de los mejores y mas famosos artistas del mundo. Era una obra de un valor entrañable pues había sido  regalo de un artista, con quien había compartido unos meses de trabajo y una relación de amistad.
Angustias leyó la dedicatoria que el estimado pintor  le escribiera en la primera página de la pietra enciclopedia y como siempre se  emocionó; no solo  por las frases hermosas sino por el hecho de que aquel ejemplar perteneciera a la biblioteca de su amigo, quien, generoso, se lo brindara como obsequio.  Ante tanta creatividad entre sus dedos, sintió el placer que trasciende el momento actual y transporta hacia el reino de la plenitud donde la única dimensión reconocida es la del sentir, ausente de espacio y tiempo.
Angustias desarrolló desde pequeña una especial sensibilidad hacia todo lo que otorgara la posibilidad de abrir un postigo de salida a la rutina gris o a la realidad en versión siniestra. Por eso amaba el arte. Simbolizaba para ella la divinidad, entendida como creación, de la que nacían universos complejos. En su Olimpo artístico tenía cabida cualquiera que se empeñase en construir, inventar un mundo mejor con los materiales de la imaginación. Cuando leía un texto y su corazón quedaba atenazado por la dolorosa belleza de sus imágenes, tal como ocurriera con Memoria de una isla sin memoria de Agustín Carlos Barruz, entendía que solo el arte nos salva de la mezquindad humana: aquella que lleva a la autodestrucción o al aniquilamiento del otro.
Angustias opinaba que el pugilato entre Eros y Tánatos (Vida y Muerte) era la letra reincidente encarcelada en las celdas de las canciones, cuadros, esculturas, edificios, novelas, poesía, estilismos; en definitiva, en el ardiente tálamo compartido de  placeres y  dolores.
Angustias contempló el cielo otoñal, masticó una castaña tempranera, sorbió un buche de mosto fresco y siguió contemplando el recuento estético, ordenado alfabéticamente., mientras  la radio transmitía cómo se hacía visible varios casos de una epidemia que hasta el momento se vestían con el ropaje  fantasmal de la trransparencia perversa, la invisibilidad,  al afectar solo al continente color ala de cuervo; también se actualizaba el número de víctimas civiles ( las otras ya no eran noticias, gajes del oficio) de contiendas lejanas cuyos orígenes se perdían en la pesadilla de los tiempos.; asimismo se cuestionaba el éxito de la reinserción social de los violadores, aportándose cifras y letras como argumentos válidos para sostener una duda razonable.
Angustias detuvo su mirada ante La corriente en el golfo de Homer Winslow y sintió como si estuviera inmersa, en férrea pugna, ocupando el espacio de la frágil barca, en ese mar embravecido y aturquesado, rodeada de tiburones hambrientos. Experimentó, como el autor del óleo, la lucha del hombre contra las fuerzas oscuras de la naturaleza.- Y contra las fuerzas tenebrosas humanas –se dijo. Las noticias continuaban en su retahíla desbrozando el agreste campo de la utilización fraudulenta de tarjetas de crédito por parte de cargos político.

Angustias se dijo que sin el arte que enuncia y denuncia nuestro tiempo quedaría sin memoria. Y ya se sabe que lo que se olvida ….. se repite. Buena semana.



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