domingo, 19 de octubre de 2014

TENER O NO TENER PERO SIEMPRE SER

Angustias regresaba a su casa cuando se percató de una mujer que, sentada en la escalera que daba a un edificio público, formaba un círculo protector con sus míseras pertenencias. Tenía un cuerpo fornido, la tez blanca y el pelo, lacio, caía, sin brillo, tristemente por sus hombros. Junto a ella había otra mujer, de mediana edad que se interesaba por el presente de aquella muchacha y por los vientos que la habían empujado hacia aquellas escalinatas.
Angustias observó cómo ambas se levantaron y caminaron,  suponía, hacía  un futuro mas acogedor. Ella tenía un lugar al que volver, un plato caliente en aquel día de fría ventolera y una caricia tierna en la que enredarse. Sintió que era una persona afortunada al tiempo que constataba la fragilidad de la ventura humana. Era consciente de que en cualquier momento cambian las tornas y la vida puede volverse un escenario desconocido por el que habitar, ambular, estar y en el mejor de los casos, otra vez resurgir. El origen de tal radical mutación vital a veces estaba en una política que olvidaba la justicia social, otras en la pérdida de un afecto que prometía llegar hasta el infinito y mas allá y en ocasiones  en la enfermedad, tejedora de soledades con los hilos del dolor.
Angustias también sabía que en el vaivén de la vida, a veces vivimos en el tener y otras moramos en el no tener; pero que, aunque tendamos a olvidarlo, lo que se mantenía siempre era el ser; por eso admiraba a las personas que, solidarias, cuando pululaban por el reino de la suma, eran capaces de multiplicar complicidad con los que sufrían las resta de  oportunidades y la división de posibilidades a la hora de cubrirse con el manto de la dignidad. Por eso la imagen de las figuras femeninas enlazadas con las cuerdas del buen sentir le acompañó en aquella tarde de vigorosa energía eólica. Y por eso lo cuenta. Buena semana.



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