domingo, 8 de marzo de 2015

AGUAS ESTANCADAS, AGUAS QUE FLUYEN

Angustias tomó su cuaderno, regalo entrañable y artesano, y escribió:
Simona intentaba ordenar el conjunto de piezas que en teoría debía encajar y permitir la libre circulación del agua por las cañerías. Colocaba cada pedazo pero al final de la operación sobraba alguno. Aquello no tenía sentido. El fregadero se había atascado a base de amontonar pequeños restos de comida, residuos gelatinosos que se ensombrecían y acababan en el pardo o en el verde musgo.
La cosa había empezado poco a poco, con despistes en apariencia insustanciales;  dejando escapar por el desagüe, una cáscara de manzana, un guisante poco apetecible o  el remanente de la limpieza de unas brochas de pintura; así, con el paso del tiempo, se formó esa ciénaga en los recodos de las tuberías que  devino, paulatinamente, en sólido pantano.
Como el fallo en el funcionamiento se produjo sin estridencias, Simona no se percató de que las cosas no iban bien hasta que se vio delante de tubos, codos, sifones, gomas y arandelas color gris magenta como si estuviera contemplando un cuadro cubista y buscara destacar el orden de los elementos.
Recordaba haber parcheado la situación a base de un desatascador manual que ante el lago formado por el exceso de agua, y tras una rápida subida del nivel del mismo, hacía discurrir el líquido acompañado de un sonido quejumbroso. En vista de la mas que evidente ineficacia de la ventosa optó por adquirir cuanto producto encontrara en supermercado y ferretería, que prometía la solución instantánea a la oclusión. En un momento incluso, se aficionó a verter regularmente el archifamoso refresco de cola cuyas propiedades corrosivas parecían estas testadas. Nada de esto ofrecía resultados eternos. En las ocasiones mas extremas acudió a los servicios municipales que invadieron su hogar provistos de un artilugio que denominaban ratón y que arrasaba, con la agilidad propia de un feroz roedor, cuanta muralla encontrara a su paso. Recordaba que el olor a putrefacción se mezclaba con el sabor del alivio en aquellos días en que su casa era tomada por extraños profesionales uniformados.
Y una vez mas, Simona estaba sentada en el suelo, delante del espacio vacío a la búsqueda de la figura ausente que debía recomponer. Usaba la lógica pero esta parecía huérfana de validez por lo que recurrió a la creatividad y con mas temor que certeza, fue ardilando encajes y ajustes hasta que el tiempo , el pensar y el hacer hicieron su trabajo y Simona pudo abrir el grifo del fregadero de la cocina sin miedo al goteo o a la inundación.

Satisfecha se acordó de Henry Miller que afirmaba “Si tú llamas experiencias a tus dificultades y recuerdas que cada experiencia te hace madurar, vas a crecer vigoroso y feliz, no importa cuán adversas parezcan las circunstancias”. Sonrió. Pero por si acaso, se dispuso a sacar una fotografía de la conducción recién establecida, diciéndose que si las aguas se volvían a estancar el recuerdo gráfico ayudaría a que todo volviera a fluir. Buena semana.


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