Angustias tomó su cuaderno, regalo entrañable y artesano, y
escribió:
Juan tomaba el sol y sentía bienestar. Desde su terraza
disfrutaba de una privilegiada vista panorámica de la ciudad a la que el amor
le había llevado años atrás. Le gustaba estar enamorado pero mas aun amar. Nunca tuvo excesivos problemas para acercarse
al objeto oscuro del deseo de turno pero
hubo de pasar décadas y décadas para disfrutar con la vulnerabilidad que supone
la entrega íntima que no gusta de publicidad, el gesto que eriza en lo mas
hondo, el touché que acelera la sangre en
la carrera del placer.
No tenía claro si era la causa o el azar quien ostentara la
responsabilidad de la felicidad en la que se había instalado su vida, pero sí
estaba dispuesto a prorrogar indefinidamente
el permiso de residencia. A veces le gustaba pensar que cada uno de sus pasos
no tenía mas finalidad que llegar a este buen puerto: el del amor
correspondido. Otras, se interrogaba sobre lo que finalmente le llevó a aquel
concierto después de que su amigo Alejandro le cediera su entrada al no poder
asistir por un imprevisto de última hora y que en la butaca contigua navegara
una mirada que le invitara a una dulce travesía para la que de inmediato sacó tarjeta de embarque; desde entonces surcaba mares, a veces
serenos, otras encabritados; no sentía miedo o desaliento pues contaba con un
buen timón, el construido a base de sus muchas experiencias; con la mejor
tecnología, que le facilitaba delegar lo
que solo era urgente, no importante y un buen equipo con el que compartía
orgasmos y valores.
Siempre supo que la vida era complicada y se identificaba
con Irving al afirmar que los escritores
tienen que describir lo terrible. Y una manera de describirlo, por supuesto, es
hacerlo de forma cómica. Por eso cultivaba la alegría, la ironía ,
fabricando limonadas de cuanto limón agrio apareciera en su andar y para tal
acción, nada mejor que el amor.
El amor había enseñado a Juan a mirar a los ojos, a ser
generoso, a desear la eternidad del momento, a no necesitar ir dejando
cadáveres a su paso, a comprender que quien ama, se cuida y cuida , a no calcular
beneficios egoístas, a abandonar el país de nunca jamás, a cultivar la humildad,
abonar el deseo y recolectar excitantes y jugosos frutos; el amor lllevó a Juan a buen puerto.
Buena semana.
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