domingo, 18 de octubre de 2015

¡QUÉ DOLOR, QUÉ DOLOR!

Dolores sintió el pinchazo en la sien derecha y a continuación la explosión de un volcán  que esparcía una estela de lava dolorosa; poco después brotaban otros cráteres a lo largo de la orografía craneal. Dolores tenía dolor de cabeza.
Los niños, el trabajo, la casa, las necesidades de los demás, las obligaciones voluntarias e involuntarias se habían juntado en el magma que afloraba con una estridencia paralizante.
Dolores tenía en ese momento dos opciones: la caída forzada de párpados, la mirada oriental, encogida y el hocico refeñegado; o por el contrario, el descanso a oscuras, el masaje con una crema de menta, la bebida de una tisana relajante y el sueño reparador.
Dolores pensaba que si ella no estaba a cargo de todo, nada saldría, Por esto una y otra vez lidiaba los días en los que era presa del dolor de cabeza con su espíritu de sacrificio como escudo y arma.
Y así con una periodicidad no deseaba tenía su particular descenso a los infiernos del que salía tocada y hundida.
Pero un día, Dolores sentada en medio del caos de necesidades y obligaciones ajenas se paró y bramó un NO interno tan intenso que los cimientos de la casa se removieron.

Dolores escuchó a su corazón que le dijo: TÓMATE TU TIEMPO. Y así lo hizo. Y el mundo siguió girando. Y Dolores rompió la tarjeta de embarque al  Averno.Buena semana.

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