Eloísa no estaba debajo de
ningún almendro. Se encontraba en la pequeña, y fresca sala de espera de un
centro sanitario. Tenía cita para la realización de una prueba de control
rutinaria en la que, desde años atrás, se hacía un exhaustivo seguimiento de
sus pechos para atajar cualquier formación maligna de bultos despechados.
Al llegar a la estancia aguardaba una joven que, como ella, portaba una bolsa con el testimonio de las placas de años anteriores. Eloísa estaba un poco cansada pues dada la hora de la cita médica y la lejanía del hospital había tenido que ingeniárselas para llegar con diez minutos de anticipación. La jornada laboral, la dinámica doméstica, la conducción y el calor del día que negaba, tozudo, la estación invernal a pesar de que el calendario exhibía, un recién estrenado mes de enero.
Tres cuartos de hora más
tarde, una muchacha oblonga, casi en un susurro, comunicó a Eloísa y a las seis
mujeres más que allí se habían congregado que la especialista no había llegado
y que no se garantizaba que pudiera llegar. Continuaba la chica señalando que
había intentado contactar por diversos medios pero que no había obtenido ningún
resultado. Les ofrecía un traslado de fecha como remedio al mal presente.
Eloísa masticó la saliva del
enfado y todo el esfuerzo realizado en lo que iba del día formó un bolo emocional
que se le atragantó en el esófago. .A punto de virarse hacía la orilla del
victimismo, empezó a recitar el sinfín de contratiempos que la cancelación de
la visita médica le suponía. Apareció el mismo discurso en los rostros, gestos
y palabras de las mujeres que junto a
ella se acercaron a la secretaria cuya
cara expresaba la impotencia más genuina.
Solo una señora se quedó en
su sitio y con una voz clara pero dulce interrogó –“¿No le habrá pasado nada
malo, a la pobre?”.
Eloísa estaba a punto de
naufragar en las procelosas aguas del más exacerbado individualismo. Pero la
pregunta que flotó en el aire la envolvió con el aroma de la empatía, de la
duda razonable, de la fraternidad, en definitiva del amor; y tras realizar el
trámite burocrático que le haría volver al lugar una semana más tarde se
marchó, sin una prueba física pero después de haber realizado un valioso
ejercicio de toma de consciencia. Buena semana.
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