domingo, 17 de enero de 2016

¿Y SI LE HA PASADO ALGO MALO, A LA POBRE?


Eloísa no estaba debajo de ningún almendro. Se encontraba en la pequeña, y fresca sala de espera de un centro sanitario. Tenía cita para la realización de una prueba de control rutinaria en la que, desde años atrás, se hacía un exhaustivo seguimiento de sus pechos para atajar cualquier formación maligna de bultos despechados.

Al llegar a la estancia aguardaba una joven que, como ella, portaba una bolsa con el testimonio de las placas de años anteriores. Eloísa estaba un poco cansada pues dada la hora de la cita médica y la lejanía del hospital había tenido que ingeniárselas para llegar con diez minutos de anticipación. La jornada laboral, la dinámica doméstica, la conducción y el calor del día que negaba, tozudo, la estación invernal a pesar de que  el calendario exhibía, un recién estrenado mes de enero.
Tres cuartos de hora más tarde, una muchacha oblonga, casi en un susurro, comunicó a Eloísa y a las seis mujeres más que allí se habían congregado que la especialista no había llegado y que no se garantizaba que pudiera llegar. Continuaba la chica señalando que había intentado contactar por diversos medios pero que no había obtenido ningún resultado. Les ofrecía un traslado de fecha como remedio al mal presente.
Eloísa masticó la saliva del enfado y todo el esfuerzo realizado en lo que iba del día formó un bolo emocional que se le atragantó en el esófago. .A punto de virarse hacía la orilla del victimismo, empezó a recitar el sinfín de contratiempos que la cancelación de la visita médica le suponía. Apareció el mismo discurso en los rostros, gestos y palabras de  las mujeres que junto a ella se acercaron a la secretaria  cuya cara expresaba la impotencia más genuina.
Solo una señora se quedó en su sitio y con una voz clara pero dulce interrogó –“¿No le habrá pasado nada malo, a la pobre?”.
Eloísa estaba a punto de naufragar en las procelosas aguas del más exacerbado individualismo. Pero la pregunta que flotó en el aire la envolvió con el aroma de la empatía, de la duda razonable, de la fraternidad, en definitiva del amor; y tras realizar el trámite burocrático que le haría volver al lugar una semana más tarde se marchó, sin una prueba física pero después de haber realizado un valioso ejercicio de toma de consciencia. Buena semana.





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