domingo, 8 de mayo de 2016

AGARRA AL PERRO …..Y MIRA DE FRENTE

Dorian no poseía un retrato en el que delegar su envejecimiento, envilecido o no. Su rostro estaba marcado  por un contudente hierro al rojo vivo , con profundas arrugas, manchas oscuras y pequeños cráteres epidérmicos que constataban una confesión: Dorian había vivido y aún vivía.
Dorian acariciaba la pelambrera de su mascota, un perro vivaracho, mestizo y de inteligencia distraída , al tiempo que fijaba la vista en el reloj del salón, una circunferencia cuyo fondo reproducía la mirada atenta de dos búhos; las manecillas, de desigual longitud, marcaban inexorablemente un tic tac en modo susurro sin que la expresión de las aves rapaces nocturnas se alterara.
Dorian sintió un pinchazo en el estómago que él había aprendido  a interpretar como síntoma de la digestión de un momento vital delicado. Esta vez padecía la pesadez de la amistad perdida. El dolor se parecía a una mordida perruna e incisiva que por unos segundos contraía su cuerpo propiciando la huída espantada de su respiración.
El animal agasajado junto a él, se percató de que la inicial caricia devenía en apretón involuntario y opresor. Olfateaba el enfado, el miedo y la tristeza en el sudor de Dorian quedando paralizado ante tal mezcla de fragancias. Intuyó que su compañero humano se debatía en una batalla campal emocional con incierto resultado. Al ceder la presión de la mano tirana, el perro cambió de posición quedándose frente a Dorian quien no tuvo más remedio que mirarlo cara a cara.. Y fue así, al contemplar esas pupilas caninas, que se escuchó diciendo
“Agarra al perro, quita sus dientes  de tu barriga, aléjalo y enmienda el daño que te ha ocasionado”.
Dorian instintivamente se llevó la mano a su costado izquierdo y se imaginó sujetando con entereza la cabeza de un enorme can que clavaba insistentemente sus colmillos a la altura del píloro. Respiró por la nariz. Sostuvo la mirada hostil del chucho, tan distinta de la amistosa que  le acompañara desde años atrás. Y  mirando   en ese mirar encendido, tuvo consciencia del brotar de  su rabia, susto y amargura como potente lava de un volcán en erupción. Poco a poco, el ardor desapareció de aquellos candiles enrojecidos y mostraron un paisaje petrificado que terminaba por adentrarse en un mar en calma.
Dorian percibió cómo sus dedos asían el aire en el que se desintegraba el monstruo de su pesadilla. Y comprendió.
Dorian regresó al salón, a su perro fiel, al reloj con búhos expectantes que le recordaron que mirar de frente permite tener una visión más amplia del paisaje. Buena semana.





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