domingo, 1 de mayo de 2016

LA PARDELERA: RABIA QUE ES SAVIA … Y SABIA

Bartleby no era escribiente. Dedicaba una buena parte de su tiempo a diseñar casas  donde habitarían vidas ajenas. Hombre concienzudo en su quehacer cuidaba cualquier proyecto que pasara por sus manos hasta el más mínimo detalle Su firma era garantía de rigor y éxito.
Bartleby era batallador. Dentro y fuera del terrero, el lugar al que acudía periódicamente a enfrentarse desde, la nobleza, a sus iguales, en tan bella contienda transformada en arte. Practicaba la lucha canaria.
Bartleby vivía entre creación y luchada hasta que la vida le hizo una pardelera; entonces  perdió el equilibrio, a pesar de que él consideraba que estaba bien sostenido. Fue abatido desde fuera y sus piernas quedaron sin el vigor que les daba fortaleza; al tiempo su pecho recibió un golpe certero como si el hombro de Atlas chocara contra él.
Bartleby contemplaba horrorizado, en la pantalla del ordenador, cómo un edificio cuya estructura había salido de su mente, caía en pocos segundos y con él la existencia de  cuántos y cuánto  allí se encontraban. Recordaba la ilusión que había experimentado en su empeño por convertir un descampado, desangelado e inhóspito terreno en un sitio por donde fluyera la vida. Ahora todo era destrucción. Sintió una profunda rabia al ver cómo su sueño trocaba en pesadilla. Maldijo a los intermediarios de la mediocridad que usando gafas de cerca, alimentaban una siniestra miopía para contemplar el bien común. Bartheby sintió el galopar de su sangre como savia nutritiva y revitalizante. Se dijo que la obra sacudida habría de ser reconstruida, esta vez, con materiales de calidad. Y él estaba en disposición de iniciar esa edificación a partir de la desolación.
Bartheby con su rabia savia, su rabia sabia, esta vez PREFERIRIÓ HACERLO. Buena semana.


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