domingo, 20 de noviembre de 2016

nº 176. EDAD SIGUIENTE


Aganeye recibe la noticia con satisfacción. La fecha en la que podrá disponer de su brazo ortopédico queda fijada en el mensaje que recibiera minutos antes. Inauguraría, pues, la primavera con un estreno anatómico.
Aganeye siente miedo ante el horizonte que la ciencia le brinda. Está contento aunque un, ligero pero constante, reflujo de congoja le acompaña en su respirar desde que su sueño tomó trazas de realidad
Aganeye tiene una mirada donde el miedo anida. Y no sabe qué hacer para impedir que las crías del temor crezcan. Entiende como vital conocer lo que es real  y lo que no; lo verdadero y lo que no; lo bueno y lo que no; lo bello y lo que no.
Aganeye se sorprende porque a diario no necesita apegarse a certezas. Así lo había decidido en la infancia, a modo de coselete intelectual, para defenderse del interrogante que, desde que tuviera uso de razón, zumbara en su mente como enjambre de abejas “¿Por qué a mí?.
Aganeye nació con un brazo incompleto. Ahora es un adolescente que no quiere que su juventud quede también cortada. Es valiente y a pesar de los buitres carroñeros del pánico que habitan en sus pupilas, se muestra contenido aunque huye de mirarse en los ojos de otro ser humano. Sólo su perro, Bola de nieve, tiene visado para arribar a las costas de su paisaje interior.
Aganeye es muy activo en el ciberespacio. Ha creado un personaje en el que mora cada vez que se conecta a un mundo anónimo y donde  logra ser popular. Tiene muchos seguidores, anónimos también,   y toma rigurosamente , como si de una medicina imprescindible se tratara, su dosis diaria  de ”ME GUSTA” que acompaña a cuanta imagen o comentario hubiera subido al espacio digital.
Aganeye ha crecido en el mundo de las nuevas tecnologías. Tiene dificultad para comprender que sus progenitores rechacen frontalmente explorar las apasionantes rutas alcanzables a golpe de un  clic.; le resulta todo un enigma la desazón que observa en sus mayores cuando teclean o han de interpretar las instrucciones que muestran la pantalla para llegar a la página deseada. Le asombra la necesidad de encontrar la unidad en el tiempo, en el espacio, en la verdad…Bueno, le asombraba porque ahora ya no.
Aganeye va enfilando hacia la mayoría de edad .Pero le cuesta reconocerse en tiempo y espacio concreto: siente el vértigo al cabalgar en un mismo momento a   través de parajes contrapuestos: tan pronto se ve reflejado como un híbrido entre antiguo y medieval, como peregrino que abandona el feudo y arriba a las costas del heliocentrismo, o como el artesano que se atrinchera en las barricadas marginales ante el ejército implacable de la industrialización. Así está; a medio camino entre dos mundos, siendo el jueves de la semana, las seis en punto en la esfera del reloj.
Aganeye intuye que pasado, presente y futuro desdibujan sus límites, otrora tan precisos.; intuye que el aquí y el allí de sus antecesores han de ser reubicados; intuye, en fin, que la llamada realidad ya no se viste con los ropajes de la sólida presencia y lento ambular trocando en atuendos más  efímeros y raudos; intuye que la publicidad y la privacidad ha decidido replantearse su relación, para escándalo de los peritos en acotar umbrales.
Aganeye valora como obsoleto  la cantidad ingente de papel que reproduce conocimientos, recuerdos, rostros, lugares…. Y que ocupan tanto espacio. Y qué decir del correo postal, evocación de la eterna espera,  propias de otras épocas. Ininteligible en el ahora ,cuando la comunicación  vive en el ya mismo.
Aganeye habita el cosmos de la relatividad, la incertidumbre, lo cuántico, la fusión espacio-temporal que diseñan fronteras vitales en continuo movimiento, que sostienen redes de cuerdas cuya urdimbre está aún por descifrar. Para sus mayores este mundo es un caos. Para el joven es un aleteo de creatividad que con cada batir de alas hace brotar infinitas posibilidades.

Aganeye experimenta ese fluir de oportunidades cuando surca el espacio digital; pero sutilmente, poco ha,  se ha despertado en él una curiosa necesidad de pertrecharse con élitros eficaces para mantenerse en el aire que le indiquen  por qué y para qué volar o navegar. Buena   semana.



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