domingo, 6 de noviembre de 2016

nº 174. EL PRESENTE ES EL DESTINO.

Zebenzui se dispuso a iniciar los trámites necesarios para solicitar el traslado de su lugar de trabajo. Cada dos años podía  optar a cambiar de municipio ciudad e incluso, en determinadas situaciones, de país.
Zebenzui, con un cortado largo, calentando su mano izquierda, inició el ordenador pertrechado de la documentación y paciencia necesarios para  navegar por las procelosas aguas de la burocracia digital.
Zebenzui fue siguiendo los pasos requeridos por la sucesión de pantallas que contenían enjambres de celdas por rellenar con datos personales y laborales. Así concluyó con éxito la diligencia administrativa en un tiempo record para lo que solía emplear en semejantes menesteres. Pero antes de clicar en la palabra enviar se detuvo pensativo.
Zebenzui estaba contento con su vida. En apariencia no era para tirar cohetes pero contaba con personas valiosas y cosas que él consideraba también de gran valor. En varias ocasiones había tenido que tomar decisiones que le habían hecho cambiar de ocupación. Algunas, voluntarias; otras por necesidad. A veces por amor; otras por los vaivenes de la economía.
Zebenzui sabía que tras un tiempo, otro viene. Por eso no era persona especialmente apegada a casas, montañas, cielos o mares. Otra cosa era la mochila en la que guardaba la ternura hecha miradas, la complicidad del amor, las manos pequeñas de sus retoños y un desayuno bien surtido. Entre sus preferencias estaba empezar el día con mucha fruta y un sabroso aguacate con sal que comía cucharadita a cucharadita o con  dos o tres aceitunas grandes y ligeramente amargas acompañadas con el  pan de leña recién hecho;y por supuesto…un buen café con leche.
Zebenzui daba vueltas al ratón informático con el dedo y se dijo que ojalá siempre estuviera a golpe de un clic crear el propio destino. Aunque bien mirado – se corregía en su argumentación- había más de creación propia de lo que se imaginaba. En última instancia se hace lo que se tiene que hacer porque, por paradójico que parezca, lo que se tiene que hacer,  es lo que se puede, realmente, no  de manera virtual. Esta reflexión  le aportaba tranquilidad aunque no consuelo. Comprendía que todo llega en su momento y se va cuando le llega la hora. Lo había vivido en carne propia y lo aceptaba .Sabía que era inútil bucear en las aguas de los “ y si….”.Aún así, a veces, el espejo le devolvía su rostro convertido en interrogante.

Zebenzui respiró hondo y con calculada lentitud pulsó el botón, tarjeta de embarque a una nueva vida, a un nuevo destino. Lo hizo con la convicción de que todo destino se gesta en el presente. De ahí la importancia de mantener la atención en el  aquí y ahora. Buena semana.


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