domingo, 9 de abril de 2017

nº 195 PAVISOSO

Encarnación entreabrió los ojos, dudando si empezar el día o prolongar, aunque fuera cinco minutos más, el tiempo del sueño. Sin esforzarse en la decisión permaneció en un duermevela que para ella duró segundos pero que, según atestiguó el reloj de la mesilla de noche, se extendió por dos horas.
Encarnación con el cuerpo a su favor y la mente en la barrera se desperezó deshaciéndose como si de piezas de puzzle en modo diáspora se tratara. Vuelta a sí misma  en el posterior movimiento de reconstrucción anatómica se sintió, ahora sí, en condiciones favorables para bajarse al mundo.
Encarnación se encontraría al abrigo del atardecer con  Antonio, su amor.
Encarnación tenía un carácter alegre que minimizaba todo lo que  podía abocarla al menoscabo y realzaba aquello que, pese a las apariencias, la reconciliaba con el mundo zanjando derrotas pretéritas. Como le decía su abuela :“La sal no la dejaste en la pila, chiquilla”. El recuerdo de la anciana intentando poner límites a alguna travesura suya con seriedad histriónica que, más temprano que tarde, terminaba por desembocar en catarata de risa, la envolvía cada día y a su amparo se sentía un brillante granito de sal.
Encarnación amaba a Antonio. Se había enamorado de él y después aprendió a amarlo. Hablaban el mismo lenguaje aunque utilizaran lenguas diferentes. Ocurrió que  con el tiempo construyeron una gramática y una semántica común.
Encarnación agradecía a Antonio que no tuviera la necesidad de hacerse el gracioso en su presencia, cuando su natural era pavisoso. Ambos habían comprendido que la gracia o desgracia que aporta cada cual a este mundo no era una cuestión de objetividad sino que nadaba en la trocantes aguas de la subjetividad más cristalina.
Encarnación aceptaba que Antonio era patoso. Pero no tenía intención de instruirle en  destreza alguna. Se limitaba a no dejar a su alcance un objeto de valor  cuya manipulación supusiera  peligro .Y cuando no había tenido en cuenta esta precaución  y el resultado final había sido un conglomerado de cristales, pedacitos, otrora figura con identidad, se decía  que tal vez era el momento de aceptar que todo tiene un fin. Porque Antonio no era descuidado; era patoso. Como cadena de una condena arrastró los sambenitos de bobo, tonto, ñoño, desangelado en su infancia y a base de escucharlo de forma tan insistente, las palabras le golpearon en el cerebro y en el corazón y  de ser solo vocablos, para él,pasaron a ser él.
Encarnación recuerda que Antonio le contó el calvario padecido en su juventud; el fracaso había sido su segunda piel .Adherido a esta epidermis necesitó años de desuelle consciente que empezaron  por desoír los mensajes que enjuiciaban su ubicación creativa en el mundo. Y así, soltando, soltando, mudó de piel.
Encarnación y Antonio se conocieron un día de primavera con el cielo pintado de celeste. Y como era de esperar, el encuentro fue un tropiezo; Antonio andaba mientras  tarareaba la letra de una canción que tenía algo de pegajoso pues volvía una y otra vez a su mente .Encarnación andaba en dirección contraria tomando un café capuchino en un envase de plástico. Tres calles después se produjo el choque resultado del cuál  su camisa blanca quedó decorada con vetas marrón y beige así como el impacto sobre su pecho de un libro , hermoso y contundente ,Las mujeres que leen son peligrosas que Antonio había adquirido minutos antes en una librería cercana.
Encarnación aún disfrutaba de los efectos colaterales de aquella colisión : no solo la camisa blanca había abandonado su armario sino que había accedido a un tesoro del que no sabía, siquiera que existiera. La presencia de Antonio en su vida fue una de sus mejores coartadas vitales.

Encarnación y Antonio, a  su juicio, desde el comienzo de los tiempos,  se buscan  para perderse por las sendas del placer en su más variado espectro Y cuando no logran hallar el sendero, tranquilos, esperan con deleite el momento en el  que tanto una pero sobre todo otro, escenificarán, una vez más,  que en el dar y recibir placer nunca meten……la pata. Buena semana.




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