domingo, 23 de abril de 2017

nº 197 ALHARACA

nº 197 ALHARACA
Susana sumergió el cuchillo en la salsa a la pimienta que cubría un filete de ternera. Desde la templanza, como abordaba cada una de las cosas. Y hacía mucho cada día.
Susana engulló un pequeño bocado y se entretuvo masticando. Pronto el picante cobró protagonismo enrojeciendo ligeramente sus ojos.
Susana tomó un trozo de pan para contrarrestar el ardor ignorando  la tentación inicial de beber un sorbo de agua; pulso ante el impulso.
Susana contempló el local donde se daban cita informal , en mesas separadas, hombres y mujeres que, tras la pausa del almuerzo, retornaban a su quehacer laboral o de otra índole. El espacio era acogedor.
Susana era una mujer de poca alharaca; se incluía en el grupo de quienes interpretan de mal gusto " la extraordinaria demostración o expresión con que por ligero motivo se manifiesta la vehemencia de algún afecto, como de ira, queja, admiración, alegría".
Susana era más bien para dentro: se identificaba con gavetas y armarios más que con puertas y ventanas. Si no fuera porque su tez morena lo contradecía sería una perfecta japonesa en cuanto al distanciamiento físico se refiere. Dar la mano era suficiente, y a veces estimaba que excesivo, cuando le presentaban a alguien. No encontraba placer en besar la mejilla desconocida. Al contrario, se le antojaba como un peligroso ataque cercano a la yugular.
Susana, tras almorzar, entró en la oficina municipal a fin de realizar una gestión rutinaria cuando se paró ante una pintada abandonada en la penúltima letra
 LUCHA POR TUS SUEÑOS
TRANSFORMA TU VI
Susana reanudó su paso mientras el graffiti se mezclaba con el regusto sabroso de la comida que el dentífrico mentolado no logró desterrar. Hacía mucho tiempo que no construía sueños y no recordaba cuándo fue la última vez que su ropa, interior o exterior, se adornara con los encajes del entusiasmo. La vida que ella transitaba se había convertido en un uniforme gris, aún en verano. Y en ese instante fue consciente de que necesitaba color.
Susana se sorprendió repitiendo en voz baja primero y luego entre risas, una locución latina aprendida años ha y hasta ese momento, olvidada. "Carpe diem" resonaba en su cabeza y en cada poro de su piel. Nueve letras que a modo de callejero eficaz le orientarían en su andar.
Susana ahora no solo camina; corre, salta, vuela, se sumerge, se cae, se levanta …. continúa. Y combina la seducción de la sabrosa pimienta con la dulce fragancia de la canela. Buena semana.







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