domingo, 18 de junio de 2017

205 INNECESARIO REGOMEYO: NO ES UN FAVOR, ES UN DERECHO.

Soraya vuelve a medir el largo de la estancia en la que permanece una hora sin que tenga noticias de lo que ocurre al otro lado de la puerta, cuyo acceso está restringido a todo personal ajeno al servicio. En su cabeza bulle un sinfín de pensamientos caóticos semejantes a ollas a presión a punto de estallar.
Soraya ha llevado a su padre al servicio de urgencias. El anciano no respira bien. El anciano no sabe que no respira bien. En los últimos tiempos ella ha sido su puente con el mundo aprendiendo a comprender lo que en los ajados labios sonaba de manera ininteligible y lo que expresaba con gestos y miradas Y ahora, el hombre no la tiene junto a él.
Soraya habla con la enfermera y le explica la situación del viejillo. La sanitaria, con el corazón en la mano, le permite permanecer junto al hombre, dejándole claro que se trata de un favor.
Soraya no está para discusiones y menos con una persona tan amable. Ella quiere tomar la mano delgada y arrugada y darle tres pequeños golpitos en la palma rememorando un lejano juego infantil que esconde entrañables complicidades.
Soraya necesita esforzarse en guardar silencio pues no ha hecho de la contención una seña de identidad. Se coloca junto a la camilla y, ajena al trasiego que pretende mitigar dolores, se enfoca en acompañar a su padre manteniendo el contacto visual, cuando los párpados se levantan, a modo de telón, y dejan ver un ver huidizo que desaparece en breves segundos, oculto tras un grueso cortinaje de piel.
Soraya pasa día y medio en aquel lugar de apremios. El oxígeno y la medicación han hecho su efecto positivo refrendado por placas y análisis. Se despide con agradecimiento del personal sanitario, feliz en el retorno a la rutina doméstica. Se siente afortunada por haber conseguido estar aquella interminable y prolongada jornada junto a su ser querido. ¡Qué gran favor le ha hecho la vida!- se dice agradecida a todo cuanto le rodea.
Soraya ignora que tiene derecho a asistir a su progenitor. Ignora que más allá de la buena voluntad, existe el artículo 9 de la Ley de Ordenación Sanitaria de su Comunidad Autónoma que le ampara.
Soraya, si desconoce una ley que contraviniera, habría de asumir que el desconocimiento de la ley no le exime de su cumplimiento. Y así, se le recordaría desde instancias varias. En cambio, si desconoce un derecho que le protege, no hay posibilidad de ejercerlo. Y, no hay una categoría laboral cuya función estribe en detectar dicha ignorancia, informar y facilitar su cumplimiento.
Soraya ignora la legalidad de lo que su sentido común sabe. De no ser así se hubiera evitado el regomeyo innecesario padecido, pues ya tenía bastante con digerir el imprevisto. Probablemente no es la única de todas las personas con las que se ha relacionado este día, incluida la de corazón generoso, que desconoce que no se trata de un favor, sino de un derecho.

 Enseñar esta distinción constituye la grandeza de la democracia. Buena semana.



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