domingo, 8 de diciembre de 2013

AL PARTIR … UNA ESTRELLA Y UNA FLOR

Angustias saboreaba la ropa vieja de pulpo, plato típico de aquel pueblo costero al que se accedía por una intrincada carretera secundaria venida a menos en los últimos kilómetros para acabar convertida en un simple camino de tierra. Era diciembre, el final del año. 
Desde la tele del único y pintoresco restaurante del lugar, una muchedumbre multicolor bailaba y cantaba en la despedida de un héroe mundial. El homenajeado llevó al estrellato el número 46664 que superó en fama al archiconocido 3,14 16; este hombre lució una sonrisa, envidiada y jamás igualada por clínica dental alguna; y sobre todo, legó a la humanidad un ritmo innovador, mezcla de color y notas de todas las tendencias musicales ( incluida la heavy “mano tendida al adversario” ): el baile de la esperanza hecha realidad.
Angustias estaba sorprendida de que el paladín de la justicia cromática acabara ( como era natural en el reino de los mortales) como consecuencia de los achaques de la vejez y no ( como había sido habitual en otros casos) por la acción de algún temerario iluminado o sicario ignorante (el caso del etíope se quedó en la potencia; afortunadamente no llegó al acto). Angustias se sentía reconfortada por los cantos que salían de las bocas pluriformes y que así agradecían al líder, cuya piel era de color tronco de árbol centenario, que mezclara con acierto en una misma paleta, distintas tonalidades.
Angustias brindó por él con un vino blanco, de aguja, bien frío, el que ella reservaba para las grandes ocasiones. Al desviar la atención de las imágenes e incorporarse a la conversación que se desarrollaba en la mesa sobre cómo afrontamos la partida de los demás, Angustias escuchó la narración de alguien , que desde la admiración y el respeto, contaba cómo en otra estación, la estival; en otro tiempo, años atrás; en otro pueblo, esta vez del interior; y en otro ritual de la separación, escuchó una canción a capela interpretada por una mujer discreta, valiente y hermosa que despedía a un ser querido. Al entonar la solista, haciendo limonada sonora del agrio limón que la vida le hizo probar ,con un timbre afinado y sereno “Si miras de noche al cielo /verás una estrella./ Si miras de día al sol/ verás una flor…”,, los corazones de los asistentes a la ceremonia del adiós, se deshicieron y quedaron empapados en el significado de la palabra AMOR. 
Angustias masticó un trozo de pulpo y su sabor se vio resaltado, inesperadamente, por la sal de las lágrimas de la emoción que brotaban de sus ojos. Angustias una vez mas pensó que el querer se dice también cantando , poesía y música, las dos caras del comienzo y el fin de la vida.. Buena semana.



No hay comentarios:

Publicar un comentario