domingo, 1 de diciembre de 2013

LA JABATA TEJEDORA DE MARIPOSAS

Angustias  entró en la coqueta tienda de decoración que hacía esquina. El escaparate principal, elegante y primorosamente refinado capturaba las miradas de los viandantes, que se dejaban instalar, gratamente seducidos, en un paraje bello poblado por objetos delicados, originales y sobre todo … hermosos.
Angustias saludó a la dueña de tan encantadora empresa,  Luisa, con quien había compartido gimnasia de mantenimiento (partidos de hockey incluidos) años atrás. Mientras curioseaba le preguntó por unas pequeñas mariposas, hechas a ganchillo depositadas en los diversos estantes.
Luisa le contó que cierto día, una señora elegante, entre los cincuenta y sesenta años, se había presentado ante su mostrador y le había hecho una extraña oferta que ella terminó aceptando persuadida por el limpio mirar que la miraba, por  la inusual distinción de unas manos, algo regordetas  barnizadas por un brillo amarillento pero sobre todo por la historia de un sueño que le contó con su voz serena, sabia y en paz.
Dos meses atrás la dama que tenía delante había soñado que al fin encontraba el antídoto que le ayudara desde dentro a vencer su mal. Debía tejer mariposas  de colores y solo cobrar el hilo con el que les daba vida.  Así se extenderían por todo el planeta calmando el pesar allá donde llegaran. Tras despertar, la mujer se dispuso a recibir su sesión pautada de quimioterapia pero esta vez con una luminosidad especial en las pupilas y con una tranquilidad interna que, desde entonces le acompañaban. La dama, valiente y generosa era madre y abuela y en desigual combate había ganado tres batallas al ejército del cangrejo siniestro, que, aunque derrotado, al huir se llevó una parte de su intestino grueso, hígado y pulmón izquierdo .Pero del resto del cuerpo  seguía siendo ella la orgullosa propietaria.
Luisa se quedó fascinada ante la entereza de aquella jabata que apoyada en un bastón se aferraba al presente montando una empresa de costura sin ánimo de lucro. Aceptó la propuesta y en poco tiempo se  vio acompañada en su trabajo por ´múltiples candelillas.
Angustias tomó una mariposa naranja en sus manos, la prendió en la solapa de su chaqueta y pensó en los héroes y heroínas anónimos que, a pesar de pugnar diariamente contra el dolor tienen la nobleza de reservar fuerzas para la fabricación de una dosis del bálsamo que ponga palabras dulces en el dolor ajeno.  Admiró y agradeció a  esa gente, artesana de la bondad, que al atisbar el sufrimiento en el otro, tricotara  luz multicolor. Buena semana.



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