Angustias tomó un refrescante
gazpacho mientras hacía un alto en las horas que cada seis meses dedicaba a la
revisión de los objetos de su plantilla vital, para determinar quién renovaba
por un semestre mas, quién pasaría a integrar otro paisaje humano o al
banquillo del desván, en espera de volver a ser titular.
Angustias llamaba a esta
operación limpieza “Sacar el Diógenes que llevamos dentro” . A veces era una tarea
compartida con Marcelo; otras era un acto individual que se convertía en un auténtico
viaje interior. Al tomar en sus manos un libro, un elemento decorativo, una pieza
de ropa o cualquier pedazo de su entorno familiar, iniciaba el recorrido por la
ruta de la nostalgia, con paradas a veces cómicas, algunas bulliciosas, otras apartadas
y algún que otro túnel del terror. Conocía lo que encontraría en cada estación:
una foto fija en el abismo de los tiempos, un paraje en el que no era posible
habitar salvo a través del ímpetu de la evocación; siempre, un lugar de paso:
el pasado, placenta del presente que tras producido el nacimiento, se
desprendía de su piel.
Angustias se vestía con alguna
prenda significativa de lo que había sido los últimos meses; una vez implantado
el nuevo orden, pasaba a depositarse en el trastero donde se guardaba junto a
otros enseres descatalogados.
Angustias había aprendido que
este rito simplificaba su vida; era una brújula que le orientaba, que le hacía experimentar la fortaleza al tiempo que
le reconciliaba con su vulnerabilidad; y a ella le gustaba sentirse animosa,
segura e independiente. Por eso se nutría de todo lo que, de la mano del
sentido común, contribuía a sembrar campos de bienestar en su vida; y esta
puesta a punto hogareña era parte de esa alimentación; igual ocurría con la
lectura; en este proceso catártico ,estaba ojeando la obra de Elizabeth Gilbert
cuya versión cinematográfica tuvo un éxito discreto protagonizada por estrellas
fulgurantes del mundo del celuloide. El libro, cuyo título era un triple imperativo, “Come, Reza, Ama” había sido
subrayado, como todos, por Angustias; las
líneas resaltadas reflejaban los
pensamientos de la protagonista que en primera persona narraba “Si quiero ser
una mujer autónoma de verdad, tengo que saber protegerme. La célebre feminista
Gloria Steinem aconsejó a las mujeres que procurasen ser iguales a los hombres con quienes quisieran casarse. Me
acabo de dar cuenta de que no solo tengo que convertirme en mi propio marido
sino también en mi propio padre”. Angustias
compartía estas ideas y entendía que eran parte de la base de su valiosa
relación con Marcelo: la igualdad de base que permitía el cultivo de las
diferencias enriquecedoras.
Angustias finalizaba la misión
reubicadora tras unos días en los que había echado un vistazo a los acontecimientos
recientes y los sucesos añejos,
pensamientos y sentimientos que se presentaban como souvernirs emocionales,
interlocutores ora locuaces, ora mudos, pero siempre testigos de los pasos
andados. Tras decidir qué regalaría, situaba un par de cajas en tránsito en los dominios
del altillo. Ella sabía que también era cuestión de tiempo su partida a un nuevo
destino. Ella sabía que también era cuestión de tiempo. Ella sabía . Buena semana.
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