domingo, 3 de agosto de 2014

ME DA RABIA QUE ME DÉ RABIA

Angustias se miró en el espejo mientras retiraba los restos de una crema que prometía arrastrar las células muertas de su piel. Imaginaba a esas microscópicas partículas venidas a cadáveres deslizándose por un río gelatinoso blanquecino en sudarios algodonosos. Con la epidermis libre de inútiles difuntos, se detuvo en la exploración de hoyuelos, pecas y otros accidentes de la orografía emergente de su piel. En esos momentos era consciente de la erosión del tiempo, de cómo formaba dunas en lo alto de los mofletes, o abría surcos a lo largo de su frente, en la comisura de los labios y en los ángulos de sus ojos.
Angustias evocó  su cutis, otrora terso, e intentó explicarse por qué parecía que hubiera establecido un férreo pacto de fidelidad con la  gravitación, y tendiera hacia abajo;  la experiencia le había enseñado lo efímero del instante, aquello de que todo lo que sube, baja, pero que en sus pupilas se instalara un rostro poblado de pequeños capilares transformados en riachuelos rojizos, pellejos adosados a párpados gelatinosos, barbilla con zonas áridas y pantanosas en irregular distribución, en definitiva, la falta de lozanía,  le producía tal exasperación, que cerraba los dientes al estilo guillotina intentando descabezar el fluir del tiempo.Sentía rabia

Angustias empezaba a hacer muecas en esos momentos en que el cristal le actualizaba su expresión facial y,  terminaba a carcajada limpia, deteniéndose en el amplio registro que emparejaba gesto y emoción; y también entonces, entendía desde el corazón y sentía desde la mente que cada aparente deterioro de su cutis, era la huella real de lo pensado y sentido y también entonces se metía a hábil cartógrafa y trazaba un mapa de su semblante donde cada desperfecto mutaba en la crónica de un suceso único, personal e intransferible; incluso la pequeña cicatriz, recuerdo de una lejana operación testimoniaba que todo cambia, aunque nos empeñemos en fantasear con que el presente  continuo  además de continuo es estático. Y también entonces, le daba rabia que le hubiera dado rabia no entender el desgaste como cincel de la naturaleza humana, ni asumir que la arruga es bella (no como reclamo publicitario sino como una llamada a la reconciliación con la vida) ; pero sobre todo también entonces le daba rabia olvidar la felicidad que le producía cuando, principalmente y durante mucho tiempo, Luis, con la misma intensidad, pero en un período menor, Marcelo  y  bocas anónimas en situaciones cotidianas, emitían un ¡Qué guapa estás! sin  que la tersura, el maquillaje o la policromía artificial, hicieran acto de presencia; sino que la belleza estaba en la alegría de su risa, el placer en la caída de párpados,  la pasión por la vida destilada por cada uno de sus poros; y también entonces, la belleza estaba y está,  en la mirada que mira con amor. Buena semana.


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